Peliculas

BATMAN, EL CABALLERO DE LA NOCHE

De: Christopher Nolan

EL MAL SE VISTE DE PAYASO

Todo parece indicar que Batman, el caballero de la noche será el estreno más importante del año. Su arrollador éxito comercial y la repercusión mediática generada así lo indican. Ante un fenómeno de este tipo, es inevitable que nos preguntemos si además de tanto ruido, hay una buena película. La buena noticia es que sí, que el interesante y desparejo Christopher Nolan ha hecho una película grande y espectacular que guarda más de una variante temática y que permite diferentes lecturas a partir de ellas. Y que pese a esa diversidad de temas construye un eje esencial, o mejor dicho, establece un centro primordial sobre el cual gira el resto de los elementos.

Temas y personajes
Si desde lo formal Nolan muestra pericia para narrar según los cánones actuales -sucesión de espectaculares escenas de acción, violencia y necesidad de generar impacto tras una calculada cantidad de minutos-, también deja ver que posee la inteligencia suficiente como para contrapesar toda esa parafernalia industrial -que suele hundir a gran parte del cine mainstream actual- haciendo hincapié en la construcción de los personajes. Y esa construcción es la que le permite introducir aquellos temas que mencionábamos en el párrafo anterior.
Así, a través de Batman-Wayne (el siempre eficiente Christian Bale), el fiscal Harvey Dent (la revelación Aaron Eckhart) y James Gordon (Gary Oldman, en el mejor trabajo de su carrera), de sus dilemas y conflictos, de sus posturas y sentimientos, de su ética y moral, y de sus debilidades -esto último es fundamental- aparecen cuestiones como la heroicidad, el deber de cada individuo según su rol social (ya sea un policía, un fiscal o, claro, un superhéroe), y los limites que deben respetar o no. También aportan mucho al respecto personajes secundarios como el Alfred de Michael Caine y el Lucius Fox de Morgan Freeman, que representan sutilmente dos posturas diferentes: Alfred no tiene dudas de que Batman debe “quemar el bosque” si es necesario, mientras que Lucius le advierte que no puede buscar justicia a cualquier precio. Además, como en definitiva toda historia de superhéroe es una tragedia, hay un triángulo amoroso, y allí se suma el personaje de Maggie Gyllenhaal -Rachel Dawes-, esa promesa de una vida tranquila y humana -en sentido biológico- para Batman. Con esta galería de personajes tan bien delineados, la película de Nolan es capaz de sostenerse más allá del simple impacto sensorial, y permite una variedad de lecturas que no se superponen, sino que se van sumando, siempre desde la ambigüedad.  Pero en esta enumeración de nombres y temas, hemos omitido -conscientemente- un personaje: el Guasón (Heath Ledger), verdadero centro gravitatorio del film y sujeto que hace de aquellas cuestiones mencionadas más arriba la parte exterior -o secundaria- de Batman, el caballero de la noche. Y es por ello que merece un tratamiento aparte.

El diablo, probablemente
¿Quién o qué es el Guasón?, ¿cuál es su naturaleza?, ¿qué busca? Estas preguntas surgen a medida que el film avanza y así vamos descubriendo que en esta ocasión el archienemigo de Batman -en una buena interpretación de Ledger, aunque los méritos responden en gran medida al arquetipo ya establecido del personaje- no es ni un delincuente, ni un terrorista, ni un demente. A lo sumo esas son máscaras que utiliza, formas materiales con las que actúa en el mundo cotidiano. Nolan va dando pistas de esto a lo largo del relato, hasta al llegar final, donde nos pone cara a cara -junto a Batman- con la naturaleza del Guasón y así nos permite entrever su verdadera identidad. Para que no lo tomemos como un simple demente, presenciamos como se burla de los psicologuismos cada vez que explica el origen de sus cicatrices inventando traumas diferentes en cada ocasión; para que notemos que no es un delincuente, nos muestra cómo incendia, sin más, millones de dólares. Y tal vez donde Nolan mejor nos deja sospechar la verdadera naturaleza del villano es en la última secuencia, en la que podríamos tentarnos en pensar que se trata de un simple terrorista (“simple” porque es en realidad de algo más, otra cosa). A través de un montaje alterno -donde brilla el uso del fuera de campo- vemos como, mientras Batman y el Guasón pelean cuerpo a cuerpo, dos grupos de personas que ocupan diferentes barcos deciden si se salvan a sí mismos a costa de la muerte del otro grupo. Esto se debe a que el Guasón puso bombas en cada uno de los barcos, pero cuyos detonadores están invertidos: cada grupo tiene en su poder la posibilidad de hacer volar al otro. Si luego de un determinado tiempo ninguno lo hace, el villano hará volar a ambos. Sobre esto, el Guasón dice que se trata de un experimento sociológico. Claro que, una vez más, lo hace irónicamente, porque lo que en realidad busca es llevar hacia su lado -el Mal- la voluntad de las personas. Esto podemos entenderlo así porque es complementario de lo que hace con Harvey Dent, a quien manipula en su dolor y debilidades para finalmente quebrarle la voluntad y robarle el alma (todo el proceso del descenso de Dent está simbolizado en la moneda que usa desde el comienzo del film). Intenta lo mismo con Batman, tentándolo a “quebrar sus reglas”, pero no lo consigue. Y tampoco lo consigue con las personas de los barcos, que optan por la virtud en lugar de caer en las tentaciones de ese “agente de caos”, como burlonamente -pero en serio- el terrorífico payaso se autodenomina.

Con estas acciones es claro que lo que representa el Guasón esquiva las definiciones de demente, ladrón o terrorista (otro dato: en la película se dice que no tiene antecedentes, nombre, ni tampoco se puede averiguar nada a través de su ADN: es como si hubiera aparecido de la nada). La película de Nolan encuentra aquí su costado más interesante, y también inquietante, ya que la decisión final de Batman, hacerse cargo de los crímenes cometidos por Dent luego de su caída para que la gente de ciudad Gótica siga creyendo que existe gente incorruptible como lo era el fiscal, también permite que la verdadera naturaleza maléfica del villano permanezca oculta para los ciudadanos. Y sabemos, como decía Boudelaire, que para alguien como el Guasón la mejor estrategia es hacerle creer a la gente que no existe.