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El método Kominsky

De: Chuck Lorre

El método Kominsky es una serie producida por Warner para Netflix, con una temporada de ocho episodios de media hora cada uno. Está protagonizada por Michael Douglas, quien interpreta a Sandy Kominsky, un actor con un pequeño período de fama en el pasado y que ya mayor se dedica a da clases de actuación en Los Ángeles. Su mejor amigo es el agente de artistas Norman Newlander, interpretado por Alan Arkin. Norman está casado con Eileen, también amiga de Sandy. Eileen, interpretada por Susan Sullivan, está enferma de un cáncer terminal. También está la hija de Sandy, los actores de su escuela de actuación, la hija de Norman y otros personajes.

El primer episodio de El método Kominsky ya le alcanza para situarse entre lo más destacado del año. Esta comedia agridulce consigue tocar las más variadas notas sin dar un solo paso en falso. Pasar del humor a la ternura, del patetismo a la simpatía, logrando en media hora que el protagonista y los personajes secundarios sean cercano, reconocibles y queribles. Más que una sugerencia es un deseo que todos vean la serie. Este énfasis es para que el lector abandone la lectura al final de este párrafo y vuelva cuando haya visto la serie, para evitarse el saber cosas acerca del desenlace del primer episodio.

“El método” del título alude a la escuela de actuación de Stanislavski, cuya popularidad en Estados Unidos y Hollywood se le debe a Lee Strasberg y el Actos Studio. Claro que acá es un profesor con un grupo pequeño y todo es tomado con el mismo tono de la serie, del humor a la emoción, con mucha ironía con respecto al mencionado método pero también con mucho cariño.

Si algo caracteriza a El método Kominsky es el poder encontrar en su particular variedad de cuerdas la manera de hallar en cada personaje algo rescatable, querible, humano. Los personajes de la serie tienen sus miserias, pero no son personas miserables. La serie hace todo para que cada uno de ellos termine encontrando un lado simpático o directamente adorable. Como ya mencioné antes, en media hora conocemos a Sandy, nos reímos con él, lo comprendemos, nos importa lo que pase. Y no sólo él, también Norman y Eileen, quienes están casados hacen cuarenta y dos años y atraviesan ahora el momento más duro, que es la cercanía de la muerte de ella. Todos ellos son mayores, el humor brillante de cada diálogo y situación tiene mucho que ver con la edad. Para todos ellos ya pasó el esplendor, pero aun así están vivos y siguen adelante, con sus cuerpos ancianos, con la muerte rodeándolos, con más pasado que futuro.

Si alguien me anunciara que en treinta minutos iba a poder saber todo lo que hasta aquí analicé, no lo creería. Si le sumara  a esto una alumna de Sandy, Lisa, cerca de su edad, divorciada, con un hijo grande (interpretada por Nancy Travis) con quien quiere iniciar una relación, me parecería raro de comprimir. También Mindy (Sarah Baker) la hija de Sandy, aparece en este primer episodio y será la encargada de ayudar a su padre cuando la primera cita con Lisa quede trunca. Y si falla esa cena es porque Eileen muere en el primer episodio. Pasos de comedia que desembocan en una escena en el hospital, alrededor de la muerte de Eileen. Hay una maestría inusual en ese poder de síntesis, capaz de lograr todo lo mencionado y más en tan poco tiempo. Ocho episodios en total, donde pasarán muchas más cosas, aparecerán más personajes y el cariño inicial por Sandy y su entorno se transformará en verdadero amor por sus historias.

Hay grandes estrellas invitadas, algunos hacen de sí mismos, todos pertenecientes a la misma generación de los protagonistas. Todos se ríen de sí mismos y nos permiten a través de eso reírnos de nosotros. Las angustias de la vejez y la muerte resultan un poco menos angustiantes con tanto sentido del humor y sabiduría. Michael Douglas, una verdadera leyenda del cine, consigue acá reinventarse a sí mismo, luego de algunos años complicados dentro de su salud y su carrera. Hay mucho de él en todo esto y se confirma que siempre fue un actor más inteligente y complejo de lo que muchos quisieron ver.

El creador de la serie es Chuck, responsable de ficciones tan importantes como Rosseane, Cybil, Dharma & Greg, Two and a Half Men y The Big Bang Theory. Aunque estos títulos hablan de un gran talento, está claro que la presencia de semejantes leyendas de la historia del cine marca bastante el camino que toma la serie El método Kominsky. No estamos frente a la puesta en escena de una sitcom, para nada, esta serie es lo más sofisticado que ha hecho Chuck Lorre. La comprensión del mundo y la sabiduría que la serie despliega es algo luminoso en este contexto o en cualquier otro. La lucidez de The Kominsky Method no se construye con otra cosa sino con la mirada humana y tierna que tiene sobre su anciano protagonista y el mundo que lo rodea. No es que Sandy sea tan sabio, sino que es un poco sabio y el resto del tiempo trata de encontrarle la vuelta a las cosas. Con, repitamos esto, muchísimo humor y muchas escenas realmente muy graciosas. Llorar desde el primer episodio está permitido, así como también reírse. Apenas empezamos a enamorarnos de la serie el octavo capítulo le da el cierre de una primera temporada que se pasa volando. Hasta eso hace bien El método Kominsky, nos invita a mantenernos atentos y a la expectativa, no nos da tiempo para aburrirnos o saturarnos, pero le alcanza y le sobra para generar un auténtico cariño por la historia y todos sus personajes.