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La princesa Mononoke

De: Hayao Miyazaki

El pesimismo de Hayao Miyazaki lo llevó a declarar que esta sería su película de despedida en el año 1997. En muchos aspectos eso se nota, no solo por la ambición de toda la historia, sino también por la manera clara e inequívoca sobre la que quiere cerrar varios de sus temas favoritos. Mientras que en algunos títulos anteriores creía en la chance de que el ser humano y la naturaleza convivieran, acá el mensaje es mucho más oscuro y desolador. Suena, sin duda, como un film de despedida. Pero Hayao Miyazaki, inspirado por el éxito y el prestigio que obtuvo la película, siguió filmando hasta el día de hoy. Qué su mensaje haya llegado tal vez le dio algo de optimismo.

La princesa Mononoke (Mononoke-hime, Japón, 1997) es el film más abiertamente ecologista del director, aunque toda su obra está realmente atravesada por esa obsesión y su genuina preocupación por los estragos del ser humano en la naturaleza. Al igual que John Ford, Miyazaki fue oscureciendo su mirada sobre aquellas cosas que más le preocupaban y en cada nuevo título fue agregando matices a su angustia y su pesimismo. Ford, curiosamente y de forma declarada, fue una inspiración para esta película. De Ford tomó varios elementos, pero en particular la construcción de la aldea y sus trabajadores. Esa comunidad olvidada que sobrevive al mantenerse unida.

La princesa Mononoke tiene dos protagonistas. El primero es con quien arranca la historia. El último príncipe emishi, llamado Ashitaka, salva a su aldea del ataque de un animal gigante devenido en demonio. Pero al matarlo, es herido por esto y queda maldito. Su brazo lleva la marca de este demonio –originalmente un Dios jabalí- y es su condena a muerte. Al consultar a la anciana del pueblo (el respeto por los ancianos es fundamental en el cine de Miyazaki) esta descubre que una bola de hierro estaba alojada en el cuerpo del Dios muerto y le dice a Ashitaka que vaya al oeste, a buscar el lugar de donde proviene el jabalí y quienes lo hirieron con esa bola. Ashitaka viaja, y pronto descubre que su brazo maldito también lo convierte –cuando se llena de odio- en un guerrero mucho más poderoso.

Ashitaka encontrará, luego de varias aventuras, la Ciudad de hierro de donde viene el proyectil. Lady Eboshi, la líder esta ciudad, está en guerra con los seres del bosque. Entre esos seres hay una Princesa llamada San (la princesa Mononoke del título), la otra gran protagonista de la historia. El feminismo habitual del Studio Ghibli tal vez hizo que fuera ella quien se quedara con el título del film, aunque el protagonismo fuera compartido entre varios personajes. Esta princesa, criada por lobos, combate a los diferentes grupos de seres humanos que están destruyendo el bosque.

Este repaso rápido de la trama no alcanza para describir todo lo que pasa en el film, pero da una idea general de los temas. Con un guión de una gran complejidad, esta espectacular película ambientada en el Medioevo (el único film de Miyazaki ambientado en este período tan importante en el cine japonés), alcanza uno de los picos de la obra del director. Sin duda es uno de los títulos más poderosos de su obra, así como también uno de los más oscuros y violentos. No le afectó esto a la hora del estreno, porque batió en Japón todos los récords de taquilla, compitiendo incluso con Titanic, de James Cameron, el único film hasta 1997 que recaudó más dinero. Curiosamente, hay muchísimo de La princesa Mononoke en Avatar, dirigida Cameron. El camino fuera de Japón fue un poco más complicado, porque el resto del mundo no tiene el gusto acostumbrado a un cine de animación tan adulto. El gran mercado a pelear en aquel momento, Estados Unidos, tenía un problema fundamental: el nefasto Harvey Weinstein. Cuando Miyazaki se enteró de que Harvey Weinstein (ejecutivo de Miramax) quería recortar su película, su no fue rotundo y se levantó de la reunión. Más tarde, le envió a Weinstein una katana auténtica con el mensaje “Sin cortes”. Se estrenó en Estados Unidos sin cortes, claro, y con grandes actores haciendo las voces en inglés. Pero la inversión no fue gran negocio porque se le dio un mal estreno, lo que en un principio la hizo pasar desapercibida. Solo con el tiempo se convirtió en un film de culto de fama mundial. En occidente se cree que Mononoke es el nombre de la princesa, pero un título más cercano a la realidad sería La princesa vengadora, ya que eso significa aproximadamente el título original.

Los estudios Disney (de la cual Miramax era subsidiaria, dicho sea de paso) homenajearon a La princesa Mononoke en la película Fantasía 2000 y por otro lado las heroínas del estudio no volvieron a ser las mismas luego de ver a San montada en un lobo con su rostro lleno de sangre. Poco a poco Disney fue tomando las lecciones del maestro japonés. Pero el ecologismo sí era un tema en títulos clásicos de Disney como Bambi (1952) que fue clave para la evolución de todo el cine de animación. Y si hablamos de clásicos y de film de despedida (que no fue) es un dato de color que La princesa Mononoke fue la despedida de la animación tradicional para el Studio Ghibli. Récord de taquilla, pero también de presupuesto y duración, la película fue un duro desafío en el cual, por primera vez, la tecnología digital permitió acelerar algunas partes del proceso. Pero los dibujos fueron hechos de forma artesanal, incluyo un trabajo a mano extenuante para el propio Hayao Miyazaki.

Mencionar a Ford, al viejo Walt Disney y, por supuesto, a Akira Kurosawa, es establecer la ambición gigantesca de un clásico incomparable. Compleja y oscura, con una estructura de personajes que no se ve jamás en la animación occidental, la película muestra una construcción donde el bien y el mal no tienen un rostro reconocible, incluso en los dos protagonistas. La alarma acerca de los peligros que el ser humano significa para la naturaleza hoy son el tema del momento, pero en 1997 todavía era algo un poco al costado. Como ocurrió con el máximo referente de Miyazaki, Jules Verne, la película es una señal de alarma acerca del futuro. Verne empezó a ver que las maravillas modernas podían conducir a la destrucción, no solo a grandes avances. En Miyazaki conviven ambas ideas. Enamorado de los avances tecnológicos, el director también se pregunta acerca de su función y sus consecuencias. Miyazaki tiene aquí, tal vez más que en otros de sus títulos, un costado inspirado en el sintoísmo, y una idea de politeísta con animales como deidades. Miyazaki, universal como pocos, es también un representante perfecto de la cultura japonesa. La princesa Mononoke es un antes y un después en la historia del cine.