El año pasado se supo que el largometraje Batgirl (2022) iba a quedar guardado para siempre. Warner Bros. había decidido no estrenarlo en ningún lado debido a la pobre respuesta inicial en las funciones de prueba que se hicieron. Sólo los que participaron del mismo tuvieron una proyección para poder al menos ver el resultado final. Los costos de publicidad le auguraban una pérdida peor y, al parecer, de tan mala, la película hacía menos daño si se la escondía. Tal vez nunca sepamos que tan mala era Batgirl pero no puede ser mucho peor que Aquaman y el reino perdido (2023).
Ahora que los vientos cambiaron y está de moda atacar a las películas de superhéroes, la fila para pedirle perdón a Martin Scorsese debe ya alcanzar varios miles de kilómetros. No es que todo el género fuera malo, pero la inevitable explosión final del furor del género finalmente está aquí. A DC se lo venía castigando duro, pero los últimos productos de Marvel fueron particularmente malos, en todos los aspectos. Si fueran malos y taquilleros, posiblemente nadie le hubiera importado, pero la taquilla tampoco acompañó a estas películas feas y sin sentido. Aquaman y el reino perdido cumple con todos los defectos del peor DC y le agrega varios del peor Marvel. Una desgracia que no sorprende a nadie pero que igualmente cuesta atravesar. La escena inicial donde se presenta al protagonista ya lo expone todo: no hay película.
Cuando los proyectos fallan los rumores corren antes del estreno. Yo no había leído ni una palabra sobre la película pero luego de verla me enteré de los retoques, las tomas nuevas y la exclusión de Batman de la historia final. Muchas películas han sufrido rodajes malos, alteraciones del material y problemas de toda índole, el problema es cuándo al ver el producto final se vuelve evidente el caos y la falta de criterio a la hora de contar la historia. Aquaman y el reino perdido es más que mala, es dolorosa al ojo humano y complicada de aguantar. Sin saberlo, la escena post créditos (por suerte sólo hay una) explica toda la película. No la vamos a anticipar, pero muestra el mal gusto de los realizadores para agregar cosas a último momento y creer que eso puede tener un mejor resultado.
Aquaman y el reino perdido es la secuela de la película del año 2018. Aquaman/Arthur Curry (Jason Momoa) es Rey de la Atlántida y feliz papá de un bebé al que le cambia los pañales. Una dualidad que la película resuelve mal y de forma totalmente absurda, aunque el propio protagonista pertenezca a dos mundos. Aquaman se ve obligado a proteger a su reino y a sus seres queridos de la amenaza de destrucción que representa David Kane/Black (Yahya Abdul-Mateen II) quién desea vengar la muerte de su padre y para eso busca desatar un antiguo poder maligno. Ya de sólo contar el argumento dan ganas de no entrar al cine. Pero bueno, hay más, Aquaman deberá recurrir a un aliado inesperado: su medio hermano, Orm (Patrick Wilson).
Imaginen esas imágenes aburridas de universos gigantes donde las pequeñas figuras de los héroes van de un lado para el otro, realizando proezas difíciles de seguir y poniendo a prueba la paciencia del espectador frente a la constante y alevosa falta de coherencia entre escenas. Pequeños toques de humor de gracia cero intentan invitarnos a ver como más ligereza una película bastante seria a pesar de su ridiculez. Mera (Amber Heard), Nereus (Dolph Lundgren y Atlanna (Nicole Kidman) están ahí haciendo nada, llenando diálogos y atravesando sin pena ni gloria las dos horas de película. Alguna ficha técnica perdida menciona a Batman (Ben Affleck) pero en el montaje final no está.
El ocaso de los superhéroes puede que sea real o pasajero, pero en cualquier caso esta película no aporta absolutamente nada en ninguna dirección e incluso para quien busque completar el álbum del Universo Cinematográfico DC la película no aporta nada. El director James Wan desaparece como autor detrás de este mamotreto pesado, aburrido y sin gracia. El final, por supuesto, tiene el esperable bochorno que una película como esta plantea desde el comienzo.