Series

Bilardo: el doctor del fútbol

De: Ariel Rotter

Bilardo: el doctor del fútbol es una serie documental de cuatro episodios que cuenta la vida y la trayectoria de Carlos Salvador Bilardo, médico, jugador de fútbol y finalmente entrenador de fútbol campeón del mundo en el mundial de México 86. A través de testimonios y material inédito, la serie reconstruye su trayectoria de manera cronológica, mostrando el arduo camino hacia la gloria y luego los años posteriores a ese esplendor que lo convirtió en una de las figuras más importantes de la historia del fútbol local y también conocido internacionalmente.

Hay muchas líneas que conviven en Bilardo: el doctor del fútbol. Esto habla claramente de lo interesante que es el personaje y de la dificultad de la serie por quedarse solo en una cosa, perdiendo todas las otras posibilidades. Había que tomar una decisión, o que corrieran en paralelo o separar la historia por temas. Se eligió la linealidad, lo que hace que sea fácil de seguir y a la vez muy entretenida. La opción clásica sirve para que uno siempre quiera saber más. Aunque parezca raro, hay temas y situaciones que merecerían mucho más tiempo. Pero un documental sobre un entrenador de fútbol de más de cuatro episodios es una apuesta demasiado exhaustiva que tal vez la vuelva una propuesta minoritaria.

Como decíamos, hay varias cosas a tener en cuenta en la serie. Por un lado la historia pura y dura, los datos y los testimonios. Los que faltan tendrán sus motivos para faltar, de fuerza mayor o de decisiones, pero en todos los casos no están y listo. Lo que sí aparecen aportan buena información, muchas veces desconocida para quien no sea un experto. Hay declaraciones asombrosas, ambiguas en su juicio sobre Bilardo, positivas muchas veces porque las cosas salieron bien. Como siempre pasa hay testimonios más sinceros y espontáneos y otros mucho más armados y estudiados por el entrevistado. En esa diferencia de personalidades también se adivina lo difícil que es dirigir un grupo humano donde se juegan cosas muy importantes y también mucho dinero. La historia está muy bien contada, aunque siempre es más atrapante cuando dice algo que no conocemos. Es importante como también se recupera algo olvidado: el altísimo nivel de exigencia física que como entrenador les impuso a los jugadores.

La otra línea es la oscuridad del personaje y también su locura. Tan sencillo como estar dispuesto a hacer trampa para ganar, jugar al límite de lo legal e incluso pasarlo. Más que una avivada, un acto de juego sucio para vencer al contrario. Como el Mundial del 86 queda fuera de esos actos, de alguna manera se salva el honor del protagonista. Pero antes y después, cualquiera tiene derecho a despreciar a Bilardo. Aparece la antinomia con Menotti, aunque como también aclaramos antes, no se profundiza todo lo que uno quisiera. Claro, no se puede hacer todo, hay que elegir. El juego sucio, las disputas sobre conceptos de fútbol, todo eso merece un episodio extra. Pero a no olvidarse de un dato menor: la obsesión absoluta de Bilardo y la entrega total al pensamiento mágico de las mil cábalas. Hay contradicciones interesantes allí. Bilardo no deja nada al azar, pero luego cree en todas las cábalas del planeta. Ahora bien, como también se establece, algunas cábalas incluyen repetir eventos casuales como eventos que deben repetirse, ya no de manera casual. Si un teléfono suena antes de entrar al vestuario por un llamado casual, siempre alguien llamará antes de repetir dicha entrada, aunque sea algo armado con el único fin de recrear una serie de eventos para lograr los mismos resultados. El mundo de las cábalas en el cual vivía una persona pragmática que estudiaba cada jugada de cada equipo es algo misterioso.

Y finalmente hay una importante y tal vez central línea vinculada con la familia de Bilardo, en particular su hija, pero también su esposa. Allí el documental consigue una cantidad de material nunca visto que es sorprendente. Allí hace justicia la serie, porque consigue mostrar la locura y la obsesión, pero puesta en un contexto mucho más preciso. El director Ariel Rotter parece tener un poco más de cariño por esta línea, sin que esto signifique que no le importen las otras. Allí aparece no solo la figura contradictoria del protagonista y el precio que pagan aquellos que están cerca de las personas que tiene un proyecto que los consume. También la locura de una sociedad obsesionada por el fútbol, capaz de ensañarse con la familia del director técnico de una selección cuando los resultados no lo favorecen.

El resultado final es bueno. Deja con ganas de más, pasa por alto algunos enigmas, como aquello que pasó con el Club de amigos, un golpe cuyo destinatario no se nombra. Con sutileza y tenue amargura muestra la decadencia luego de la gloria y el cuarto episodio no logra tener la tensión del primero. También se asoma la locura de ocultarle la muerte de Maradona, un personaje que comprensiblemente ocupa un espacio importante. El Mundial del 90 tiene un peso que se siente mayor a lo que corresponde, algo que no sé si a Bilardo le gustaría. Se evita mucho la política, al menos de forma clara, por suerte, ya que se podría haber llevado puesto a la serie, como pasó hace poco con la historia de Maradona y otros productos argentinos recientes. Y tal vez se subraya demasiado la frase, con canción y todo, “Me olvidé de vivir”. Se entiende desde el vamos y se repite mucho. Sin embargo, cuando termina la serie, lo que queda en la memoria es la psicología de un personaje con un lado muy oscuro y a la vez una persona con un plan que llevó a la selección a algunos de sus momentos de mayor felicidad.  Un viaje a la mente de Carlos Bilardo, ese hombre que estuvo en el ojo de la tormenta durante años, recibiendo ataques y elogios dignos de un país tan demente y contradictorio como él.