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Black Mirror: Bandersnatch

De: David Slade

Las personas que han tenido su infancia a finales del siglo XX recuerdan una colección de libros llamada Elige tu propia aventura. En esos libros al final de los capítulos uno debía elegir entre dos posibilidades. Esas opciones nos llevaban a otra página del libro con un destino diferente según la opción. El éxito de esos libros fue enorme en Argentina en la década de 1980 y aun hoy hay nuevas ediciones de esta clase de libros. A lo largo de los años hubo muchos intentos y pruebas para lograr ficciones interactivas, pero nunca el cine o la televisión consiguió la interacción de estos libros o, claro está, de los videojuegos. El estreno de Black Mirror: Bandersnatch, un especial de noventa minutos de la serie de ciencia ficción intenta finalmente abrir la puerta al género de Elige tu propia aventura en el servicio de streaming. No es la primera experiencia en este sentido pero tal vez sea la que logre mayor repercusión a nivel mundial. El único inconveniente a la vista es tal vez el más simple de todo: Bandersnatch es, más allá de algún pequeño giro divertido, una de las experiencias más aburridas que un espectador pueda tener. Tal vez en el futuro surjan variables interesantes de esta clase de formato, pero el arranque es asombrosamente insípido.

La película o especial de la serie Black Mirror transcurre en 1984. El protagonista es Stefan, un joven programador que vive en Londres y cuyo sueño es adaptar a videojuego la novela Bandersnatch, cuyo autor, Jerome F. Davies, tuvo un destino siniestro. Stefan vive con su padre y  aún sufre la muerte de su madre en un accidente. Stefan parece tener una mente también a punto de quebrarse. Su suerte parece cambiar cuando se contacta con la empresa donde trabaja su admirado Colin Ritman, famoso diseñador de videojuegos. ¿Será el diseño de este juego interactivo el comienzo del fin para Stefan o será su puerta hacia el éxito?

Desde el comienzo, y con un tutorial de pocos segundos, Black Mirror: Bandersnatch tiene todo su potencial en la posibilidad de que los espectadores elijan. Desde las decisiones más aparentemente triviales hasta las más aparentemente definitivas, la serie dará dos opciones para elegir y unos segundos para hacerlo. Si no elegimos podemos entrar en una repetición y vuelta al comienzo, o al menos eso me ocurrió cuando dejé de elegir. Pero si elegimos nos lleva a dos caminos diferentes que, a su vez, nos volverán a llevar a dos nuevos caminos más adelante. Esto no ayuda mucho al entretenimiento y luego de treinta o cuarenta minutos de experiencia la historia se vuelve aburrida, mecánica, solo importar terminar e irse. En teoría hay cinco horas de material para ver, aunque en promedio el espectador solo verá noventa minutos. En mi caso fueron ciento cinco minutos. Demasiado.

Hay momentos en que la cosa fluye y hay algunas sorpresas que nos sacarán una sonrisa. Más ingeniosas que inteligentes son algunas de las variables, trucos tontos pero graciosos. En general el tono sombrío no le queda bien al formato. En otros momentos parece caer en un punto muerto, una pantalla negra y de allí vamos a otro lugar, lo que también parece decirnos que no hay tantas posibilidades como en un comienzo uno imaginaría. En otros momentos entramos en un resumen veloz que recuerda a películas como Groundhog Day y sus imitaciones, esos son los momentos más dinámicos, pero recordarnos una película divertida también nos lleva a caer en la cuenta de lo aburrido que es lo que estamos viendo.

Pero le podemos buscar una vuelta de tuerca y pensar en que el capítulo mismo es una reflexión acerca de que harían los espectadores si pudieran decidir el destino de los personajes de las películas y las series. ¿Seguirían siendo héroes los héroes? ¿Tendrían las películas finales felices? ¿La mayoría sería cruel o sería bondadosa? ¿Cuál es la moral de una historia de ficción cuyos giros sean elegidos por millones? Tal vez con los resultados de Bandersnatch el próximo episodio de Black Mirror se centre en eso. Toda la serie coquetea con ideas de ese tipo. Por lo pronto y a la hora de estar noventa o cien minutos frente a una pantalla, Bandersnatch es un chiste demasiado largo y sin gracia, una curiosidad a la que todavía no se le ha encontrado justificación o encanto.