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Challenger: El vuelo final

De: Steven Leckart, Glen Zipper

El 28 de enero de 1986 a las 16:39:13 El transbordador espacial Challenger se desintegró a los 73 segundos después del lanzamiento. En ese accidente murieron los siete miembros de la tripulación: Francis “Dick” Scobee, Michael J. Smith, Ronald McNair, Ellison Onizuka, Gregory Jarvis, Judith Resnik y Christa McAuliffe. La nave desintegrada cayó sobre el océano Atlántico, frente a la costa del centro de Florida. La tragedia del Challenger ha sido calificada como la más grave en la conquista del espacio. Challenger: el vuelo final, es una docuserie de cuatro episodios que analiza los eventos ocurridos antes del desastre y sus consecuencias.

La historia de la conquista del espacio ha sido motivo de interés, fascinación y asombro a lo largo de varias décadas. Aun así, cada vez que un logro extraordinario era conseguido, el interés popular por los siguientes viajes volvía a bajar de forma notable. Viajar al espacio pasaba de ser un evento mundial a una noticia del montón. Lo mismo que ocurrió con la llegada del hombre a la Luna. No es absurdo, tiene lógica, pero para mantener un programa espacial, la popularidad de estos vuelos es fundamental. Hay muchas series y películas que explican esto. Se ha visto como la comunicación y el marketing han tenido un rol clave a la hora del progreso en el espacio.

Christa McAuliffe era la persona que hacía la diferencia en este vuelo del Challenger. Christa, de treinta y siete años, había sido elegida dentro de un programa para llevar a un maestro al espacio. La atención pública que esto produjo permitió recuperar el interés por estos vuelos. En la vida real, como en el documental, McAuliffe es el miembro de la tripulación al que se le dedica más tiempo. Su historia potencia aun más la tragedia por estos mismos motivos. Ver la expectativa del público en general, pero de los alumnos y familiares en particular es algo que quiebra cualquier corazón.

Netflix ha tenido varios traspiés en lo que a series documentales respecta. Pero esta vez hizo las cosas bien. A los cuatro episodios no le sobran minutos ni hay trucos para extender la trama o tender trampas al espectador. Demasiado conocida es la historia para jugar con eso. Lo más atractivo es que toda la serie se basa en el instante de la tragedia. No hay suspenso en ese aspecto, así arranca la serie y no hay más que ir una y otra vez a ese punto. Para los que creen que las buenas historias deben tener sorpresa, acá está la prueba de que no es así. La tragedia conocida le da mucho más valor al drama que nos toca ver.

Aparece un tema constante: el riesgo de cada misión. Aunque al haber dos civiles se suponía que el vuelo era seguro, lo cierto es que el riesgo existía y la posibilidad de fracasar era parte del camino del avance de la conquista del espacio. Tal vez la diferencia es que las graves advertencias que finalmente se volvieron realidad nunca fuero informadas a los tripulantes. El tercer episodio es escalofriante. Ver el debate que lleva a decidir si se suspende el vuelo no es muy fuerte. El drama llega hasta convertir a una pieza en un personaje más: La junta tórica y el debate acerca de su confiabilidad es uno de los grandes hallazgos de la narración.

El impacto del inicio de la serie no impide que el episodio tres termine con una emoción más fuerte y el cuarto es un cierre cargado de emoción. El desprestigio de la NASA, los que se atreven a decir la verdad en un contexto hostil, el debate moral que se abre y las conclusiones de funcionarios, ingenieros y familiares alcanzan un nivel de emoción muy alto. La historia está cargada de una enorme tristeza, pero a su manera el documental es un homenaje a los siete tripulantes del Challenger fallecidos el 28 de enero de 1986.