El abismo del infierno (Ostatnia wieczerza, Polonia, 2022) empieza de forma llamativa. Su escena inicial está copiada de la escena final de La profecía (The Omen, 1976) de Richard Donner. Es un comienzo llamativo para cualquier cinéfilo, pero encierra un problema insalvable sin darse cuenta. El final del clásico film satánico tenía un enorme peso no solo por lo que allí ocurría, sino porque habíamos seguido la historia desde el comienzo. Conocíamos al protagonista -Gregory Peck- y lo acompañamos en su sufrimiento. Todo tenía sentido. Acá, salvo que hayan buscado que la memoria emotiva hiciera todo el trabajo, difícilmente pueden lograr la misma carga. La película ha echado su suerte.
Treinta años después de aquel evento aparece en un monasterio un joven monje, Marek, que será el protagonista de la historia. En realidad se trata de un policía encubierto que está investigando unas misteriosas desapariciones. Pero lo que él considera una difícil tarea policial, pronto lo encontrará en el centro de algo completamente inesperado, cuyas consecuencias van mucho más allá de simples crímenes. La película aprovecha la gran locación para generar grandes climas e imágenes inquietantes. Pero mientras que la narración está llena de aciertos visuales, experimentar el terror más puro no es algo que pueda vivir el espectador que se acerque a este film polaco. Ideas no faltan y está bien narrada, pero se queda más en el clima que en un impacto profundo. Por otro lado, cualquier forma de exorcismo en el cine ya queda claro que no puede competir con El exorcista (1973). Un dato extra: el título original no es El abismo del infierno, sino Última cena.