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EL CAMINO DE SANTIAGO

PEREGRINACIÓN AL TEMPLO DEL RELATO

El cine documental tiene muchos elementos a tener en cuenta a la hora de la realización, mismos elementos que luego serán tomados por los espectadores para evaluar la película. Aunque el documental de cine se ha visto degradado por la televisión y sus reglas, estrenar hoy una película en cine implica el mismo nivel de exigencia que el de cualquier otro film. Pero en el documental hay un elemento insoslayable: la ética. La ética del documental es la piedra fundamental que nos explica desde que lugar el director cuenta su historia. ¿En qué consiste esa ética? Todo film elige contar una historia, cualquier historia y para eso se sirve de todas las herramientas a su alcance. Sin embargo, cuando alguien realiza una película de ficción, aun basada en hechos reales, todos los espectadores saben que se trata de una ficción, con actuaciones, decorados y todos los elementos de una representación. Cuando se hace un documental, la situación cambia y mucho. Un documental es un film que toma algo de la realidad y la representa en la pantalla con la mayor lealtad posible. La ética del documental es que, aun teniendo todas las posibilidades del cine para mentir, se atiene a la verdad y la muestra como tal. Por supuesto que es muy común que los documentales tengan un material que exceda por mucho los minutos que finalmente durará la película. La ética, una vez más, consiste en que los minutos que finalmente dure la película, sean una representación honesta de la totalidad de dicha historia. Todos los documentales, incluyendo lo menos políticos, deben respetar esa regla ética. Si no lo hacen, su valor se reduce a un simple panfleto deshonesto. No solo carente de ética, sino de inteligencia cinematográfica.

Cuando un film político manipula la información y miente descaradamente, se puede establecer que se trata de un cine panfletario. Si además lo hace para defender a quien está en el poder, entonces estamos frente a una película de propaganda. Por ejemplo, Néstor Kirchner: la película, era un burdo film de propaganda. La hora de los hornos, de Pino Solanas nació como un film panfletario hecho en la clandestinidad y terminó reeditado como film de propaganda unos años más tarde. Aun así, la potencia del film de Solanas es tan superior a la de El camino de Santiago que no deberíamos compararlos, aun cuando por momentos el parecido entre ambos hable de una posible copia y de la negación del paso de los últimos cincuenta años. Todos los films manipulan, es verdad, y cualquier documental que utilice montaje veloz para producir efectos de humor o rechazo sin análisis, música para crear clima y otros recursos del cine de ficción, sin duda cae en una zona peligrosa. Los documentalistas más rigurosos evitan esas cosas. Pero aun usándolas, se puede hacer una película que no sea ofensivamente mentirosa y tramposa, que niegue tantos elementos de la realidad como ocurre con la película que analizamos acá.

Todo el truco de El camino de Santiago consiste en convertir en mártir y santo a un joven llamado Santiago Maldonado. El fin de esta misión no es reivindicarlo, ni homenajearlo, sino usarlo para atacar a un gobierno de Mauricio Macri. El director de la película es Tristán Bauer, ex funcionario del gobierno kirchnerista, la guionista es Florencia Kirchner, hija de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, el productor es Jorge Topo Devoto, hombre cercano a Néstor Kirchner, publicista de él, productor de la mencionada Néstor Kirchner: la película. Esta ficha técnica, que parece casi paródica por los nombres que posee, incluye también la voz en off del actor Dario Grandinetti -famoso por quejarse de no tener espacio en los medios en las muchas entrevistas que le hacen en los medios que él mismo declara no le dan espacio- y una canción prefabricada de León Gieco que ya se ha convertido en una caricatura de sí mismo. Este esfuerzo conjunto de personas vinculadas a los gobiernos kirchneristas lamentablemente se traslada a la pantalla en la forma de un relato minuciosamente falso de los eventos ocurridos con la trágica muerte de Maldonado.

La película no tiene protagonista. De la misma manera que Maldonado fue utilizado en su momento para atacar al gobierno y decir todo tipo de barbaridades acerca del gobierno nacional, la película sabe que no tiene protagonista y debe hacer toda clase de malabarismos para esconder esa realidad, como de hecho hace a lo largo de ochenta minutos para esconder cualquier verdad. El plan de Bauer y Kirchner es convertir a Maldonado en un personaje cercano a un santo, una mezcla de Jesús con el Che Guevara (del cual Bauer hizo un documental olvidable, dicho sea de paso) lo más alejado posible del verdadero Maldonado. Basta buscar en internet para encontrarse la voz, las imágenes ridículas, y las ideas pueriles del joven protagonista. No tiene nada de malo que haya sido así, lo infame es que intenten convertirlo en algo diferente. Una vez más, lo usan sin ninguna ética ni respeto por su memoria o la verdad de lo ocurrido, antes o después de muerte.

La película parte de un recorrido histórico por el pasado del Sur argentino. Mostrando los intereses económicos y políticos en contra de los habitantes del lugar. Y aunque seguramente allí también deben fallarle bastante la ética, aquellos hechos no son tan cercanos y conocidos como la historia actual. Carga las tintas en un resentimiento de clase bastante adolescente, culpa a los extranjeros y a la oligarquía de todos los males y luego lanza una línea directa para decir que esos villanos del pasado hoy son el gobierno. En un montaje peligroso, imprudente y mentiroso, intenta decir que hoy vivimos en un gobierno represivo y aunque no se atreve a llamarle dictadura –bueno sería que fuera tan caradura la película- la emparenta. Dice que Santiago Maldonado es el primer desaparecido de la democracia, cosa que es doblemente falsa, porque no es desaparecido y porque de haberlo sido no hubiera sido el primero. Faltarle el respeto a los desaparecidos es un broche de oro para la ideología kirchnerista que la película despliega. Subestimar a los espectadores ha sido desde siempre la vocación de este y otros documentales del mismo director.

el relato. ¿Cuántas de estas versiones falsas de la historia argentina habrán legado Tristán Bauer y los cineastas como él en estos años? ¿Cuánto material como este se habrá regado en cine y televisión? Hemos visto varios, pero seguro hay muchos. Desde dibujos para chicos hasta miniseries de ficción, la desesperada búsqueda de falsear la verdad ha sido una bandera de los doce años del kirchnerismo. La película no se priva tampoco de una foto de la familia Maldonado con el Papa Francisco, porque no hay nada inocente en esta película, seamos claros. Incluso El camino de Santiago es un juego de palabras con la famosa peregrinación católica medieval, porque ahora los progresistas son nacionalistas y también religiosos. Así de hipócrita es todo. <br
El respeto que produce el dolor de la madre de Santiago Maldonado no merecen discusión alguna, ese dolor es lo más real que tiene la película. Y sí, hay algunos hallazgos visuales a destacar. Aunque se reducen a cero en la cuenta final, no sería ético pasarlos por alto. Lo primero no fue hecho para la película y es un plano donde se nos presenta a Santiago Maldonado vivo. La cámara muestra a alguien que está siendo tatuado, luego gira y descubrimos al tatuador, que es Maldonado. Un gran plano que no salió de la perezosa mente del director, sino de alguien que filmó ese video casero. También hay algunos recursos de cámara inspirados que, ahora sí, fueron creados por el responsable cámara del film y hablan de una intención de sofisticación que nadie más tiene en toda la película. La ceguera fanática y la obvia especulación política del film le impiden darse cuenta que con un poco de honestidad y ética cinematográfica se podría haber construido una película aceptable. Con complejidades, con la ambigua relación entre los mapuches y Maldonado, con los elementos contradictorios y también con una crítica al gobierno de Mauricio Macri. Muchos documentales políticos se estrenan en Argentina, muchos son panfletos, muchos no, pero El camino de Santiago es por lejos el más carente de ética, el más obviamente manipulador, el que menos respeto e interés tiene por el personaje y la historia que dice retratar.</br