Peliculas

El faro

En una remota e inhóspita isla de Nueva Inglaterra en la década de 1890, dos hombres son llevados para qué mantengan en funcionamiento el faro ubicado allí. Reemplazan a los dos anteriores encargados y deberán permanecer solos, conviviendo en el áspero lugar durante cuatro semanas. El clima no ayuda y la situación, tensa desde un comienzo, tiene un aire siniestro que irá creciendo a medida que pasan los días. Cuatro semanas pueden ser demasiado en algunos momentos y si las tormentas son cada vez peores ni siquiera es seguro que en las cuatro semanas termine la soledad y el aislamiento de estos dos hombres tan distintos entre sí.

El veterano encargado del faro Thomas Wake (Willem Dafoe) y su joven ayudante Ephraim Winslow (Robert Pattinson) poseen personalidades fuertes e incompatibles, que se enfrentan en pequeñas dosis y trivialidades en un comienzo, pero que es obvio que irán creciendo en drama. ¿Podrán mantener una relación amistosa o al menos no violenta? ¿Mantendrán la locura frente a un entorno tan hostil? Los dos personajes están dibujados a la perfección y parecen salidos de esos complejos y profundos relatos de aventuras de Herman Melville o Robert Louis Stevenson.

El director Robert Eggers construye una película completamente inusual, diferente a todo lo que se puede ver actualmente. Un impactante blanco y negro y un formato cuadrado de pantalla le dan a la película un aura misteriosa, como un registro casi documental a pesar de estar furiosamente cuidada en lo estético. Mucho se podría decir acerca de la modernidad de la historia, cercana al primer David Lynch, pero también en su fotografía y encuadre uno puede adivinar el cuidado estético de films de la década del cuarenta, en particular los fotografiados por expertos como Greg Toland. En esta tensión estética entre la modernidad y un cine de otra época es que se mueve The Lighthouse, pero siempre fiel a sus propias ideas.

En cine, la película produce un impacto memorable no solo por la imagen, sino también por un minucioso y complejísimo armado del sonido. Los climas están logrados a partir de aspectos estéticos, no solo de guión o de interpretación, aunque estos también sean buenos. La locura creciente del relato y sus momentos escalofriantes parecen emparentarla con el cine fantástico, género con el cual coquetea la película. Tal vez por momentos el realizador se enamora de ciertos recursos particularmente forzados y la narración se vuelve un poco pretenciosa y autoindulgente, como queriendo subrayar el carácter de obra de arte que no necesitaba ese subrayado para diferenciarse del resto. Los diálogos, poblados de palabras y expresiones marítimas del siglo XIX, son un recurso más genuino para generar clima que esos momentos de excesivo esteticismo. En ese aspecto los actores representan el mismo conflicto del film. Willem Dafoe se ve auténtico e inquietante y Robert Pattinson se lo nota armando su papel y siempre tratando de forzar su trabajo. Con objeciones y todo, la película es una experiencia mucho más apasionante que la inmensa mayoría del cine que veremos en este 2020.