Cine Argentino

El Santo de la espada

De: Leopoldo Torre Nilsson

Cincuenta años pasaron desde el estreno de El Santo de la espada (1970) basada en el libro homónimo de Ricardo Rojas, con guión de Beatriz Guido y Luis Pico Estrada, bajo la dirección del ya por entonces legendario Leopoldo Torre Nilsson. El rol protagónico, es decir el General José de San Martín, estuvo a cargo de Alfredo Alcón, sinónimo de calidad actoral en aquellos años. Evangelina Salazar interpretó a Remedios Escalada de San Martín.

Se puede analizar una película desde el contexto histórico, algo que vale la pena hacer cuando se trata de un título importante, o se lo puede criticar porque lo que hoy se ve en la pantalla. ¿Cuántos espectadores hoy podrán interesarse por quién gobernaba en aquellos años y hasta qué punto eso es justificación para las virtudes o defectos de un film? La taquilla, el elenco, el director y el personaje suman interés, pero al final de todo lo que queda es película, que debería poder responder como tal, más allá de todo.

En 1968 Leopoldo Torre Nilsson ya había logrado el nombre que lo ubicaría para siempre en un lugar de privilegio de la historia del cine argentino. El primer autor a la europea del cine argentino, desde la realización de La casa del ángel (1957), su octavo film, su nombre cruzó las fronteras argentinas, llegando al festival de cine Cannes. Pero su prolífica carrera había caído en una etapa diferente, con coproducciones internacionales que no le sumaron como autor. Fue entonces que adaptó el libro más famoso de la literatura clásica argentina: El Martín Fierro de José Hernández. Un director tan importante con un libro clave de la cultura nacional, generó una serie de polémicas y discusiones, pero también un éxito de taquilla espectacular. Fue el inicio de un gran número de producciones de época, una moda de la que el propio Torre Nilsson sacaría provecho.

Si el Martín Fierro es la adaptación del libro nacional por excelencia, El Santo de la espada es el biopic cinematográfico de José de San Martín, conocido como El padre de la Patria en Argentina. Alfredo Alcón protagonizó ambos films, a los que el director y actor le sumarían Güemes: la tierra en armas (1971). La acción comienza en 1812, cuando San Martin arriba a Buenos Aires. La película describe las principales batallas, el casamiento con Remedios de Escalada, la liberación de Chile y Perú y, por supuesto, el Cruce de Los Andes, una epopeya que ninguna película que hable de San Martín podría saltearse.

Aunque se la describe como una superproducción, la película pasa de escenas de batallas con vestuario y muchos extras a situaciones de película de bajo presupuesto, incluyendo un breve pero infame plano de una flota que claramente son unos barquitos en miniatura muy mal hechos. Los más espectacular está en las escenas del Cruce de Los Andes, donde las montañas son en sí mismo un gran espectáculo y donde por momentos algunas imágenes bordean la angustia del documental, viendo el riesgo real de quienes aparecen en la pantalla.

El elenco es fuera de serie, eso también es de producción clase A. Lautaro Murúa como Bernardo O’Higgins, Héctor Alterio como Simón Bolívar, Héctor Pellegrini como Eusebio Soto, Alfredo Iglesias como Manuel Belgrano y también Ana María Picchio, Onofre Lovero, Aldo Barbero, Eduardo Pavlovsky, Leonor Benedetto, Hugo Arana, José Slavin y Leonor Manso, entre otros. Aunque cada vez que entre un personaje el guión los obliga a decir quiénes son, para que se entienda, como un epígrafe de foto de manual de escuela. Esto por momentos es ridículo y no queda muy prolijo o natural.

Todo es acartonado y solemne y allí es donde entra la realidad política. Bajo la dictadura del presidente de facto Juan Carlos Onganía, la censura era habitual y la película fue seguida de cerca por el gobierno. Se hizo incluso una función en la Quinta de Olivos y la película sufrió algunos cambios, algunos sugeridos por Onganía. Leopoldo Torre Nilsson dijo que sin esa presión la película hubiera sido la misma. Políticamente, la figura del militar más prestigioso de nuestra historia sin duda tenía un valor en el contexto de la época. Su condición didáctica, sencilla y con un héroe de bronce, sirvió para el éxito en la taquilla y los colegios enteros iban a verla al cine, lo que empujó aún más su éxito descomunal, convirtiéndola en una de las películas argentinas más vistas de todos los tiempos.

Lo que sin embargo hoy resulta interesante y personal de Torre Nilsson como director, es la relación entre San Martín y Remedios. Aunque la actriz que la interpreta tiene diez años más que los catorce que en la vida real tenía la esposa de San Martín, la descripción de la pareja se parece a los vínculos angustiantes, al borde de la locura, de otras películas de Leopoldo Torre Nilsson. No es absurdo pensar que él y Beatriz Guido le pusieron más interés a eso que a la totalidad de la reconstrucción histórica. Evangelina Salazar compone a una Remedios demasiado joven, asustada, al borde de perder la razón, y un San Martín preocupado pero a la vez con un objetivo fijado que va más allá de ese vínculo. Tal vez esa tendría que haber sido la película, dejando la épica para otro director u otra época del cine argentino.