Peliculas

Fue la mano de Dios

De: Paolo Sorrentino

En otra época del cine y la televisión Paolo Sorrentino no se habría destacado tanto como lo hace ahora con cada nuevo estreno. Aunque claro, no le vamos a reclamar el no haber sido realizador en la década del setenta. Pero la forma en la que su cine deslumbra, en parte es porque la mayoría del cine actual no tiene identidad estática alguna y carece también del deseo de contar algo. La mano de Dios es una película de autor, aunque también es un film de Sorrentino siendo Sorrentino.

La historia transcurre en Nápoles en la década del ochenta. Un adolescente va descubriendo el mundo mientras observa a su familia, su ciudad y la llegada al Napoli de Diego Armando Maradona. Todo se mezcla en esta película que tiene un comienzo espectacular, tan impactante que nos hace creer que el director La grande belleza (2013) ha recuperado su pulso luego de la menos interesante Youth (2015). Sorrentino tiene un ojo y un deseo de filmar que se notan, en el mejor sentido. No es voluntarista, como mucho director mediocre, sino que es genuinamente talentoso. Su paso por la televisión generó The Young Pope (2016) y The New Pope (2019), las dos partes de una serie brillante. La referencia principal en esta nueva película es al costado nostálgico del cine de Federico Fellini en Amarcord, entre otros realizadores, aunque el director italiano sea, de forma explícita, la influencia principal aquí.

Los rostros, las situaciones, el paisaje, todo es singular en el cine de Paolo Sorrentino. Es fácil reconocer su mundo en este film claramente autorreferencial que también tiene cosas de Los inútiles (1953) de Fellini. Su amor por Diego Maradona se siente en todo su cine, incluso lo nombró cuando ganó el Oscar, pero acá es un personaje más. El fanatismo futbolístico de la ciudad es absoluto y funciona bien como contexto, aunque Sorrentino no puede evitar hacer algún comentario subrayado para explicarnos cosas. Sin embargo la potencia inicial de la película decae mucho en la segunda parte, se cae bastante y se recupera al final, cuando el director toma las riendas y elige una locación preciosa para armar su gran escena final. El sentido estético de Paolo Sorrentino está por encima del promedio, pero esta vez la película no está a la altura de ese talento.