Cine Clasico

La loca historia del mundo: Parte 1

De: Mel Brooks

La loca historia del mundo: Parte 1 (History of the World: Part 1, Estados Unidos, 1981) es una película escrita, producida, dirigida y protagonizada por Mel Brooks. Se trata de su séptimo largometraje del director y el primero construido a partir de varios episodios. En este caso el objeto a parodiar es el cine histórico, pero con referencias y bromas a otros géneros y a la propia filmografía del director. Su filmografía empezó con una obra maestra llamada Por un fracaso, millonarios (The Producers, 1967) por la que Mel Brooks ganó el Oscar a mejor guión. Luego siguió con la más sutil de su comedias, Las doce sillas (The Twelve Chairs, 1970) y finalmente cuatro parodias extraordinarias lo convirtieron en leyenda.

Locura en el Oeste (Blazing Saddles, 1974), El joven Frankenstein (Young Frankenstein, 1974), La última locura de Mel Brooks (Silent Movie, 1976) y Las angustias del Dr. Mel Brooks (High Anxiety, 1977) son una racha inigualable de sofisticadas parodias como nunca antes se habían logrado y ni se volverían a ver luego. Parodias hay desde Max Linder y Buster Keaton y por supuesto hubo muchas luego de los films de Brooks, pero la elaboración del director y guionista no tiene comparación. La loca historia del mundo, sin embargo, marca el final de dicho esplendor, no sólo por el cambio de estructura, sino por una elaboración menos compleja de cada uno de los gags.

Mel Brooks cuenta que la idea surgió cuando en caminando por los estudios alguien le preguntó cuál sería su siguiente gran tema y él, para inventar algo, contestó: “¡La historia del mundo!” Por lo que alguien le replicó: “¿No es demasiado para un solo film?” Y Brooks, siempre veloz, le dijo: “Parte 1.” Y así fue como es que tenemos esta parodia tan ambiciosa como absurda. Es posible que el título de la película sea uno de los mejores de su carrera. La traducción para el estreno en Argentina incluyó la palabra loca, algo que como se ve en el resto de sus estrenos, era algo habitual. La palabra loco subraya la parodia, subestimando la inteligencia de los espectadores.

La voz en off de la película es nada menos que Orson Welles, la máxima voz del cine, ya entregado a estos encargos. Brooks lo contrató por cinco jornadas completas por 5000 dólares al día, pero en la primera mañana que entró a grabar, el gigantesco Orson grabó absolutamente toda la voz en off de la película. Brook se lamentó de haber perdido 20.000 dólares, pero también fue quien le dio a Orson Welles su último trabajo de voz en off para Hollywood.

La película está dividida por épocas. Arranca con La edad de piedra, El antiguo testamento, La antigua Roma, La inquisición española y La revolución francesa. Al final de los títulos se anuncia una secuela que jamás fue planificada ni estuvo en los planes de Brooks. Irónicamente, en el 2023 se estrena una serie que la jamás soñada pero finalmente realizada secuela, aunque en formato de serie.  Esos adelantos del film incluían Hitler sobre hielo, Un funeral vikingo y Judíos en el espacio. Esos trailers falsos eran una verdadera maravilla en sí misma, aunque sólo judíos en el espacio tenía algo de producción.

Aunque se trata de una comedia despareja y su recepción fue más bien tibia, la película no fracasó en taquilla y al mismo tiempo nos dejó varios momentos clásicos. En el origen del Homo Erectus se dio el lujo de burlarse de Stanley Kubrick y 2001: Odisea del Espacio y también filmó, claro, en el Caesars Palace una parte del capítulo de Roma. Hugh Hefner hacía uno de los varios cameos incluidos en el film. Los quince mandamientos convertidos en diez es otro gag inolvidable, aunque se le ocurrió a Brooks con la película ya empezada. Los chistes sexuales son mayores que en el resto de la filmografía de Brooks y la incomparable Madeline Kahn es quien mejor los aprovecha. La última cena con John Hurt haciendo de Jesucristo remata de forma maravillosa y finalmente el chiste más famoso está en La revolución Francesa, cuando Luis XVI, interpretado por Mel Brooks, mira a cámara y dice: Es bueno ser el rey.

Para el momento de la realización de la película, Los Monty Python ya habían hecho algunas de sus películas, incluyendo La vida de Brian (1979) y es evidente la influencia de ellos en esta película. Brooks quería a John Cleese para un papel, pero a último momento no pudo concretarse. Mel Brooks también se parodia a sí mismo e incluye citas a su propia obra. También tiene el coraje de burlarse de la Inquisición con el mismo desparpajo con el que hizo y haría comedia sobre los nazis. El número musical al estilo Esther Williams también es un hallazgo.

El concepto de la película en episodios hace que no se pueda mantener el mismo nivel y no todos los comediantes que aparecen son capaces de captar el tono y el estilo de Brooks. Despareja y todo, su legado para la historia de la comedia es enorme y definitivo. Habrá que ver si la serie mejora las posibilidades de esta estructura o la empeora. Parece un chiste del nonagenario Brooks el haber hecho una secuela después de tanto tiempo, justamente en una era de secuelas obligatorias.