Series

Maradona: sueño bendito

De: Alejandro Aimetta, Roger Gual, Edoardo de Angelis

Maradona: sueño bendito es un enorme homenaje. Un homenaje a la deshonestidad intelectual en su máxima expresión. La construcción de un relato político usando la popular figura de uno de los más grandes ídolos futbolísticos de todos los tiempos. No es fácil hacer una pirueta tan malintencionada para torcer la historia, pero es relativamente sencillo faltar a la verdad con el único motivo de llevar agua para una ideología concreta, sin importar que se rompe en el camino.

La serie arranca en el año 2000, con un Maradona al borde de la muerte, en Punta del Este. A partir de allí se arman una serie de flashbacks que cuentan su vida, desde su infancia en Villa Fiorito hasta su consagración como estrella del fútbol mundial. La estructura más usada y vista de las biografías en cine y televisión. El lugar común que pocos evitan a la hora de narrar vidas de famosos. Ya sabemos una cosa en ese comienzo: la serie no tiene interés alguno en ser original.

Pero eso es lo menos grave, es la figura de Diego Maradona la que atrae la atención. A pesar de que hacer algo sobre el jugador siempre es un arma de doble filo, la idolatría que existe por él asegura que aún con una mirada negativa, la serie tiene lo único que necesita para convocar, un protagonista del que todos tienen algo para decir. Explotar a un ídolo tampoco es una novedad, pero debe haber pocas figuras más usadas que Maradona, más explotadas, exprimidas y manoseadas que él.

La serie insiste en mostrar un costado político. Para eso no tiene mejor idea de que reforzar, subrayar, repetir e insistir con el hecho que la familia Maradona era completamente peronista. Primera agachada canalla por parte de los guionistas. No existe registro de tal filiación en los Maradona, lo inventó la serie. Mencionan al peronismo tantas veces que da la impresión de que se trata de una serie sobre el peronismo. Más adelante en la trama el papá de Diego le dice, cuando los militares detienen el colectivo en el que viajan, que no diga que son peronistas. ¿De dónde salen esos diálogos ridículos? Es solo el prólogo de una escena que ha generado un revuelo descomunal, la de la muerte de Perón.

Al sumarlo a Cebollitas, le preguntan varias veces a Maradona acerca de su edad. Lo refuerzan repitiendo la línea, porque es un tema de discusión. Incluso le piden que diga la fecha de nacimiento. A ningún espectador le quedan dudas: el chico, el que no debe decir que es peronista, tiene nueve años. Estamos entonces en 1969. Acto seguido, aparece la muerte de Juan Domingo Perón. Pudieron pasar unos meses, pero no cinco años. ¿Cuál es el motivo de que pase algo así? Si Juan Domingo Perón murió en 1974 y lo hacen morir cinco años antes, o bien se trata de un error o bien de algo que se escapa a la lógica. Podrían argumentar que es la manera de mostrar que los hechos de la serie han sido alterados intencionalmente y que no pueden ser considerados como un registro riguroso de la realidad. Un paraguas para evitar líos. Es una respuesta un poco insatisfactoria.

Otra posibilidad es la mencionada manipulación. El Perón y el peronismo de la década del setenta es particularmente conflictivo, lleno de violencia, sangre y contradicciones. Es la decadencia y el prólogo al abismo. Para una serie que busca idealizar más a Perón que a Maradona, esto es un problema. El famoso relato, construir una versión falsa de la historia argentina. Nadie lee libros de historia, pero todos ven cine y series. Así funciona la deshonestidad intelectual de la cual Maradona: Sueño bendito hace gala en cada episodio. Tan acostumbrados están los realizadores a mentir en películas financiadas por organismos estatales y vistas por nadie, que creen que se puede decir cualquier cosa. Esta vez la gente lo está viendo, esta vez hay que llamar a los deshonestos por su nombre.

Pero esto no termina aquí. ¿Y el fútbol? Esperen, ya llega. Bueno, llega en cómodas cuotas. La mayor parte de la serie es gente charlando y las mencionadas viñetas políticas. La serie busca concentrarse en Diego Maradona y su entorno. Hay escenas sin él, pero siempre son acerca de él. Excepto algunas. ¿Cuáles? Las de la madres de Plaza de Mayo, que tienen su espacio en la serie. ¿De manera justificada? ¡Justificado es solo para guionistas serios, no para estos! El episodio dos arranca con una mujer que le explica a su marido que va a ir a la Plaza, lleva su pañuelo en la carta y baja un poco de información. La escena más insólita de la serie. Luego se cruzarán cuando los jugadores juveniles vayan a Plaza de Mayo a visitar al presidente y al pasar el micro esa madre mire pasar en un micro a Maradona. Así como se los describo, una vergüenza narrativa. Había otra forma de contar eso y era con el punto de vista Diego viendo eso, no desde la mirada de esa madre, cuya presencia en la trama es infame.

Dos párrafos de esta nota dedicados a cómo la trama se desvía para que los realizadores usan la plataforma internacional de Amazon Prime Video con el film de hacer su negocio político a espaldas de la genuina realización de una serie. Nadie parece preocupado por este tema, pero los espectadores empiezan a hartarse de esto. Una serie internacional con la bajada de línea del cine argentino de los últimos veinte años. Allí están, para corroborarlo, el staff fijo de caritas actorales militantes beneficiadas por sus genuflexas manifestaciones públicas en favor del régimen. No por nada la serie insiste muchas veces en que los periodistas son malos. El periodismo miente, un discurso permanente en todos los episodios.

Pero hay más de eso. ¿Y el fútbol? Esperen, seguro que ya llega. La dictadura y el fútbol si estuvieron conectadas, sin duda. Justamente por eso es ridícula la estructura narrativa ya mencionada. De la felicidad de Perón en vida, la miniserie pasa a la dictadura. Que quede claro que no existió Argentina entre 1970 y 1976 para esta serie. El Mundial 78 no podía faltar. Pero si faltó un poco de decoro y dignidad. De buen gusto no digo nada, porque no han nacido con tal cualidad los responsables de la serie. Hay un plano, del cual seguro todos en la serie deben estar orgullosos es una obra maestra de la abyección boba. Del estadio lleno en el mundial, un drone (siempre hay drones ahora) recorre la ciudad y va hasta un centro de detención donde vemos como ser tortura a los detenidos. Todos sabemos de las violaciones de derechos humanos durante este período, pero la serie no tiene ni la inteligencia ni la grandeza de respetar a esas víctimas. El plano es una falta de respeto a la coherencia de la narración, una vez más, y a los espectadores.

Luego viene Malvinas y luego el regreso a la democracia, en ambos casos se mantiene lo mencionado, así que no hay más que agregar. Todas las biografías tienen sus errores así como también su libertad de alterar elementos para bien de la narración. Pero cuando todos esos cambios van en una misma dirección, ya estamos hablando de una intencionalidad. La serie tiene mucha más política de la que tenía la vida de Maradona. En caso de seguir hasta su último año, veremos como sigue la serie. La mayoría de los nombres se respetan pero algunos, sorprendentemente, cambian por otros o directamente se evitan. Hay tantos personajes que quien no sea experto en Maradona solo se dará cuenta de que no conoce el nombre inventado pero no sabe a quién se refiere.

El elenco es gigantesco. Caras demasiado conocidas y ya gastadas, empezando por un Menotti que debería tener treinta y nueve años pero es interpretado por un Darío Grandinetti de más de sesenta años. Grandinetti es triste, diría Mario Sapag. Su disfraz hace reír, con suerte. Otros son verdaderos hallazgos, como Laura Esquivel haciendo de Claudia Villafañe joven, la mejor por lejos de todo el elenco. Y luego, repetimos, la troup completa del circo que desde hace veinte años ayuda de todas las maneras posibles a instalar una historia alternativa de la República Argentina. Pero seamos piadosos, los actores son eso, gente que interpreta papeles, a veces para comer, a veces para desafiarse laboralmente, a veces porque cree en el proyecto. Pero no hacen la diferencia en el sentido de una serie.

¿Y el fútbol? Le cuesta, a la serie, entender el fútbol. Le cuesta a Maradona: sueño bendito, explicar con imágenes o con diálogos o con lo que sea, de que se trata el fútbol. Filmar fútbol es muy difícil, pero no es imposible. La serie tiene mucho material documental y hasta un pasante de un canal es capaz de emocionar con una jugada de Maradona. La serie no lo logra, lo que es casi un milagro adverso. La mezcla de lo inventado y lo registrado, entre las tapas de revistas, programas de televisión y demás recursos no logran que el fútbol se manifieste. Más claro es que alguien parece haber señalado aquí y allá y la serie hace ajustes de cuentas personales, algunos claros y otros más insólitos, como es el caso del Beto Alonso o Daniel Passarella, que dejan a Maradona afuera del mundial y son chupamedias de los militares. Una patada a destiempo, un enojo que debe tener un motivo dando vueltas por ahí.

Las canciones y los carteles al final de cada episodio confirman las intenciones. Una producto que se mueve entre la demagogia for export para la culpa progresista del primer mundo y otra narración más del relato que sufrimos en Argentina. Hay tantos Maradonas como películas y series se hagan de él. En esta lo usan, como siempre, pero con fines políticos. Mienten, tergiversan y alteran la historia argentina. No de forma graciosa o delirante, como una ucronía catártica al estilo Tarantino, sino con una intención con congraciarse con el poder y palmearse la espalda mutuamente entre los artistas de propaganda cuya mediocridad sufrimos desde hace ya demasiado tiempo.