Series

Mare of Easttown

De: Craig Zobel

Kate Winslet. Así empieza y así debería terminar esta crítica. Pocas veces queda tan claro el talento actoral de alguien como ocurre acá. No, no es un show, no es una sobreactuación, no es una desesperada búsqueda de prestigio. Es simplemente una actuación perfecta realizada por una de las más grandes actrices que existen.

A Kate Winslet le debemos algunos trabajos que ya son clásicos. Varias de sus películas son muy famosas, otras son joyas desconocidas. Voy a enumerar algunas que dan cuenta de su genuina versatilidad y que son mis favoritas, pero no las únicas buenas. Empezando por Criaturas celestiales (1994) y Sensatez y sentimientos (1995), porque en dos títulos ya mostró registros muy diferentes. Titanic (1997), Humo sagrado (1998) una verdadera maravilla, Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (2004) y El descanso (2006). Tiene otras grandes actuaciones en elencos corales y ganó el Oscar por El lector (2008). Su filmografía incluye varios títulos malos y le ha dedicado bastante espacio a hacer voces para cine de animación. También ha tenido tiempo para hacer televisión.

Mare of Easttown es un regreso con gloria a la primera plana. A continuación, analizaremos la serie, pero en lo que actuación respecta, ella está en un estado de gracia, el papel le calza a la medida. Winslet interpreta a Mare Sheehan, una detective de una pequeña ciudad de Pensilvania que carga sobre sus hombros una tragedia personal al mismo tiempo que tiene un misterio sin resolver: la desaparición de una joven un año atrás. Un nuevo crimen acelerará todo el proceso de caos personal y a su vez irá desarmando a todo el lugar, mostrando historias ocultas y dejando a todos como sospechosos.

La serie no es un whodunit en el sentido estricto. Digamos que no es una novela de Agatha Christie, por mencionar a la número uno de esta clase de historias. Es más bien una ramificación con ese punto de partida pero lanzada a una modalidad muy común en las series del siglo XXI posteriores al impacto de Twin Peaks (1991). Claro que la inspiración de muchos en David Lynch no significa que sigan su demencial y personal estilo. Pero sí se mantiene un subgénero actual: crimen horrible en un pueblo donde todos se conocen. A partir de ese evento se empieza a desarmar la estructura social, generando un clima de paranoia en el cual la persona a cargo de la investigación destapa verdades ocultas que no llevan en todos los casos al culpable.

Para que la serie se aleje del whodunit es importante tener un personaje protagónico fuerte que tenga más conflictos que los demás. Una detective en este caso, que carga son su propia oscuridad, sus cuentas pendientes y la presión de no haber podido resolver otros casos en el pasado. Ese personaje, el de Mare, es el más importante de la trama. La resolución del crimen, para bien o para mal, será menos importante que la resolución de los conflictos que ella posee y arrastra desde hace años. Un traspié moral en un momento de la historia nos aleja de ella, pero luego retoma el camino.

La serie se desdobla y abre más de un sendero. Como la Clarice de El silencio de los inocentes uno se pregunta si alguna vez Mare dejará de escuchar los gritos que la atormentan a diario. Si alguna de sus acciones podrá traerle paz a ella y al pueblo. La referencia al film de 1991 no es sutil en la serie, sino que queda bien clara en algún momento. Por la importancia que cobra la protagonista la trama policial sufre y tropieza es los últimos dos episodios. Llegando a ser notoriamente anticlimática al final. El drama se impone al policial, pero este último es el gran gancho narrativo y no tendría que haber sido descuidado.

Hay momentos de angustiante dramatismo, esos finales de episodios que dejan sin aliento. Hay personajes menos lógicos que otros, como el que interpreta Guy Pearce, por ejemplo. Y hay ideas excelentes, como toda la parte cómica de la madre de la protagonista. Es un hallazgo como pasa de la desesperación a la ligereza la serie gracias a ese personaje interpretado por Helen Fahey. También ha ella le debemos una de las reflexiones más sutiles que la historia tiene. Mientras que ciertas conductas desencadenan tragedias terribles, con una mirada más ligera y no tan terrible de la vida, esas mismas conductas pueden ser una anécdota ridícula y memorable en un velorio. No es un juicio moral el que hace la serie ahí, es más bien el recordatorio de que no todo es una oscuridad sin esperanza. Hay errores que pueden ser disculpados, no solo por los otros sino por nosotros mismos. Los siete episodios de la serie tienen altibajos y algunas evitables arbitrariedades. Pero también la presencia de un personaje protagónico superlativo interpretado por una actriz incomparable: Kate Winslet.