Series

Maya y los tres

De: Jorge M. Gutiérrez

En el presente, no alcanza con que una serie sea entretenida, tampoco con que tenga un despliegue visual consistente. No, no sirve tener todos los méritos necesarios para ser una buena serie si no se llena al menos un casillero de la corrección política. No hablamos de un detalle políticamente correcto como era hace unos años atrás, sino de la reivindicación concreta y subrayada de algún grupo anteriormente postergado o discriminado. Si no se cumple con eso, no importa que tan buena sea la serie, miniserie, película, cortometraje o campaña publicitaria. Maya y los tres se suma a la ola de series y películas de animación que reivindica la cultura Latinoamericana. No hay nada de malo con eso, pero hay que recordar que sin eso la película sería mirada con desconfianza.

La buena noticia es que la serie es lo suficientemente irresponsable y manipuladora como toda gran serie de aventuras. No hay rigor histórico, solo coqueteo cultural que pasa por alto cualquier elemento complicado o molesto. Es decir, cambian los protagonistas, pero todo sigue igual. Claro que debe sumarle una mirada feminista, no le queda otra, algo que no encaja para nada con todas, salvo excepciones, las culturas precolombinas. Pero si no se le pide un rigor histórico, no se le pide y punto. Maya y los tres nos cuenta inventado, basado en una iconografía puntual, elogiando la diversidad, aunque todavía no se hayan encontrado los continentes. Pero fuerza, dentro de lo que hay, la idea del grupo heterogéneo, diverso, llevándolo al ridículo del acento argentino en algún personaje en la versión doblada al español.

¿Dije versión doblada? Sí, porque esta hermosa serie está en inglés. Lo más noble es que varios de los actores que hacen una versión hacen la otra, lo que las iguala bastante. No es tampoco un problema. La versión doblada tiene la mencionada diversidad idiomática y de personajes, algo tan delirante como inocuo, salvo para el oído. Maya y los tres entra y sale como puede de sus compromisos ideológicos para entregarse a la diversión pura, a un personaje que no es otra cosa más que una heroína clásica, y a un despliegue visual de enorme belleza.

Todo mérito de su creador, el gran Jorge M. Gutiérrez, el mismo que hizo El libro de la vida (2014), una maravilla que debería tener mucha más fama de la que tiene. Mucho más honesta y cinematográfica que, por ejemplo, Coco (2017), Gutiérrez podía hacer un film en Hollywood capaz de transmitir la cultura mexicana. En Maya y los tres las voces las aporta un elenco más latinoamericano, para cumplir con la cultura actual del otro lado de la pantalla también. Pero el espíritu es el mismo, la narración es efectiva y los dibujos son bellísimos. Sí, cumple con las reglas culturales, pero también con el entretenimiento a lo grande.