Series

Nada

De: Mariano Cohn y Gastón Duprat

Mariano Cohn y Gastón Duprat hace tiempo que se mueven con naturalidad entre los formatos para la pantalla chica y los largometrajes de cine. Como otros grandes autores audiovisuales de la historia, no tienen prejuicios y se nota. También pueden pasar del documental a la ficción sin problemas. Triunfaron con grandes películas y también con grandes series. No hay muchos otros ejemplos en Argentina. 

Nada tiene un protagonista típico de la obra de Cohn y Duprat. Manuel Tamayo Prats (Luis Brandoni) es un legendario crítico gastronómico de Buenos Aires. Despiadado, filoso y brillante en cada reseña y dueño de una enorme cultura general, Manuel es también una persona con algunos problemas económicos y otros tantos emocionales. La editorial para la que trabaja le ha pagado anticipos de libros que no entrega y le han dado un ultimátum. También es un señor mayor que depende de su ama de llaves, Celsa (María Rosa Fugazot) quien organiza todo en su vida, desde la comida y la limpieza hasta el transporte de un lado a otro en un Mercedes Benz de la década del ochenta. 

Cuando Celsa deja de estar en su vida de forma sorpresiva, Manuel descubre que no sabe cómo sobrevivir solo. Una amiga le consigue entonces una nueva empleada, una joven paraguaya llamada Antonia (Majo Cabrera) que por supuesto no sabe como resolver las infinitas manías y caprichos de Manuel, quien deberá evolucionar o morir en el intento. Mientras esto pasa, la serie nos muestra todo lo bueno y lo malo de este personaje provocador, poco amable, siempre dispuesto a ser sincero pero cruel, creído de sí mismo pero acostumbrado también a comer gratis en todos los restaurantes de la ciudad.

Pero el narrador de Nada no es Juan, sino su gran amigo Vincent Parisi (Robert De Niro), un escritor neoyorquino de fama internacional, considerado uno de los mejores del mundo. Cada uno de los cinco episodios abre con él hablando a cámara, analizando expresiones argentinas vinculadas con la gastronomía. Las dice en inglés, en castellano y finalmente explica que significan. Así se suceden “Estar en el horno”, “Remar en dulce de leche” y otras. También les explica a los espectadores del mundo, no a los argentinos, claro, cuál es la diferencia entre diferentes malas palabras utilizadas en Argentina. Esto, tan simple de filmar, es muy gracioso y divertido. Robert De Niro se divierte y nosotros nos divertimos con él. Cohn y Duprat, siempre brillantes a la hora de aprovechar los recursos de producción, se las ingenian para tener a uno de los actores más importantes de la historia del cine mundial, haciendo comedia para ellos. El cruce entre los dos protagonistas se da recién en el quinto episodio, pero Vincent es una pieza importante dentro de la trama. 

Otro elemento a destacar es el uso de las locaciones y el aspecto estético de cada espacio elegido tiene una enorme importancia. Los directores tienen la gran idea de filmar Buenos Aires para los que no conocen la ciudad y son capaces de redescubrir su belleza, algo que muchos realizadores que siempre dirigen acá no aprovechan. En un cine argentino que se aferra con culpa a la fealdad y esconde la belleza de la magnífica Ciudad de Buenos Aires, es un alivio y un placer ver como dos directores la muestran bella y encantadora. Cohn y Duprat son generosos también en eso y esta serie en particular otorga muchos momentos de placer. 

Si Manuel tiene esas características misántropas y pedantes de los protagonistas de El hombre de al lado El ciudadano ilustre, en esta ocasión hay algo de corazón por detrás de un cinismo que necesariamente se irá apagando a medida que avance la trama. Los dardos al mundo del arte y el negocio de la cultura están en la obra de Cohn y Duprat desde El artista y atraviesan toda su obra, incluyendo Mi obra maestra Competencia oficial. Acá se dan el lujo de invitar para pequeños roles a viejos colaboradores de sus títulos anteriores, lo que es un premio extra para los espectadores y le da algo de alegría extra a esta comedia dramática. No creo que sean cineastas de mensaje, por suerte, pero sí se observa una reflexión acerca de que en cierto punto es también una trampa vivir escudado en el cinismo, con el escudo de no creer en nada para no exponerse tampoco a los sentimientos y el compromiso. 

Y en cuanto a Robert De Niro nadie disimula que se trata de un lujo que muchos directores o productores no se animan a tener pero que, como se ve acá, se puede integrar sin problemas a una producción ambientada en otro país y hablada mayormente en otro idioma. Cohn y Duprat le sacan el jugo al actor al máximo, usan el tema del idioma y las costumbres argentinas para darle un humor simpático a la trama y finalmente se divierten tanto como a los espectadores. Todo el elenco está bien, relajado, no sólo sus dos grandes protagonistas. Majo Cabrera como Antonia comparte con estos dos gigantes y sin problemas toda la trama y los secundarios como María Rosa Fugazot, Silvia Kutika y algunas presencias más están muy bien roles. Desde siempre Mariano Cohn y Gastón Duprat han sabido aprovechar al máximo el presupuesto, el elenco, las locaciones y las oportunidades que tenían frente así ante cada uno de sus guiones que han escrito. Qué se hayan vuelto prolíficos es una excelente noticia para los espectadores. Luego del descomunal éxito de la brillante El encargado, acá nos entregan una serie más pequeña, algo más sensible y de fácil aceptación. Son cinco episodios que se pueden ver de un tirón, pero tan feliz y divertida es esta serie que lo mejor es ver uno por día, para que la experiencia dure un poco.