Peliculas

PETRÓLEO SANGRIENTO

De: Paul Thomas Anderson

LOS POZOS DE LA IRA

“Pero el negro pecado ha traicionado la noche eterna. Mi mundo, las dos partes, y ambas partes deben morir” Holy Sonnets, V. – John Donne

De donde no hay, no se saca

Cada vez que el espectador se sienta en una sala de cine para ver un film lo hace con la esperanza de poder encontrarse con una película que le resulte buena. La manera o las razones para elegirla varían. El caso de Petróleo sangriento, posiblemente, entra en la categoría de las que son elegidas por la gran cantidad de premios y de críticas favorables obtenidas. Mi experiencia en este oficio me indica que el público en general hace la siguiente ecuación: a mayor cantidad de premios y mejores críticas, mayor posibilidad de que un film sea bueno y guste. Sin embargo, el resultado no siempre es correcto. Lo que el espectador no hace, y no es fácil que aprenda a hacerlo tampoco, es aceptar los códigos propios del film que se apresta a ver, leer las pistas que éste posee y que le indican un tono y un estilo determinados, y le anuncian lo que el film alcanzará, o no, a brindar. Petróleo sangriento es una película que puede gustar más o menos a los espectadores, pero lo que no se puede es reclamarle que esté mal hecha o que sea indicadora de que el arte cinematográfico pueda estar en decadencia. Petróleo sangriento es coherente, cuidada, sus intenciones son claras y su convicción indudable. Lo que sigue es un análisis del film, dividido en tres partes: su relación con la excelente novela de Upton Sinclair, su relación con otros films de la historia del cine y, finalmente, la explicación de por qué Petróleo sangriento es como es.

El libro

La película Petróleo sangriento está basada en la novela ¡Petróleo! (Oil!, 1927) escrita por el norteamericano Upton Sinclair (1878-1968). Sinclair, notable novelista recuperado gracias a la fama del film de Paul Thomas Anderson, se caracterizó a lo largo de toda su carrera por su retrato comprometido y crítico sobre el capitalismo y sus manejos. Su novela The Jungle (1906) describe la brutal vida de los trabajadores de los mataderos de Chicago y, en su momento, resultó tan impactante que el presidente Theodoro Roosevelt la incluyó como parte de una investigación sobre dicha industria, que llevó luego a cambiar muchas leyes. Sus obras siempre mantuvieron el compromiso social y político; incluso la popular serie de libros protagonizados por Lanny Budd, una especie de agente secreto cosmopolita que participa de los eventos históricos más importantes. La obra de Sinclair sirvió de inspiración para escritores como Jack London y Frank Norris, este último autor de la novela McTeague. Dicha novela fue llevada muchas veces a la pantalla, aunque la versión más famosa fue la del film Avaricia – o Codicia, según la traducción de Greed-, título maldito de 1924, dirigido por Erich von Stroheim. El dato es interesante, pues Petróleo sangriento -más que la novela ¡Petróleo! – tiene muchos elementos en común con el film de Stroheim. En ¡Petróleo!, Sinclair vuelve a hacer gala de su habilidad narrativa al tiempo que hace una descripción minuciosa y lúcida de la economía y todo lo que gira en torno a la explotación del petróleo. En las antípodas ideológicas del film de Anderson, Sinclair elige como protagonista al hijo del magnate del petróleo y la mirada que el libro ofrece es la de alguien que cree que con su obra puede cambiar el mundo. Complejísimo entramado de personajes, situaciones y profundo análisis social, la novela ¡Petróleo! es tan importante como “Viñas de ira“, de John Steinbeck, cuya adaptación cinematográfica corrió una suerte muy distinta. Aunque cunden los ejemplos que demuestran que una adaptación fiel no siempre resulta buena, el film de Paul Thomas Anderson se toma todas las libertades posibles, lo que no es malo en sí mismo, pero le cambia prácticamente todo el sentido, lo cual hace pensar hasta qué punto se necesitaba a la novela para hacer el film. Como siempre, el lado positivo es que ahora ¡Petróleo! se consigue en las librerías y la discusión a partir del film permite que más novelas de Sinclair vuelvan a ser editadas.

La conexión con otros films

Desde hace semanas se habla de la relación entre El ciudadano (Citizen Kane, 1941), de Orson Welles y esta película. Pues lo primero que hay que decir es que tal vínculo no es profundo y que compararlas es un absurdo. No por el tema, que es tan antiguo y universal como el ser humano, sino por el simple hecho que no basta la presencia del tema del hombre que lucha para alcanzar el poder hasta quedarse solo para considerar que ambos films están emparentados. ¡Si así lo fuera, media historia de la cultura estaría emparentada entre sí! Lo que vale es que el tono es notablemente distinto, que los personajes también lo son y que la estética difiere por completo. Basta recordar algo que el film de Welles tenía y del que éste carece por completo: sentido del humor y un ritmo eufórico. Petróleo sangriento es un film con un tono claustrofóbico en el que el humor no encuentra espacio. . Pese a ello, sí asoman otros films cuando uno lee ¡Petróleo!, de Upton Sinclair y antes de ver la película; la relación entre el libro y el film se percibe cercana a la que tienen “Viñas de ira“, de John Steinbeck y Viñas de ira, de John Ford. Pero claro, se trata de un film que respeta gran parte de la novela y que hace sólo adaptaciones en donde la metáfora literaria no es factible de ser llevada a la pantalla, y que crea a puro lenguaje cinematográfico un universo audiovisual tan cercano a Steinbeck como al propio Ford. Acá la adaptación es tan libre que ya no podemos pensar en el film de Ford, pero sí recordar las razones por las que John Ford nos gusta más que Paul Thomas Anderson, sin que esto signifique -ese es un error que debemos dejar de cometer- que algo en lo que Anderson decide hacer esté mal. No, no es así. Si Ford es amable sin dejar de ser amargo, si Ford tiene mucho humor y una infinita ternura, son características que le pertenecen a él. En lo personal, me gusta mucho el cine de John Ford (como también me gusta el de Welles), pero no se le puede pedir a todos los directores que sean como él. Es importante aprender a ver y comprender la mirada de los otros. Algunas escenas de Petróleo sangriento también me recordaron ¡Qué verde era mi valle! Pero queda claro que Ford tiene un gran interés en el retrato social completo -como Upton Sinclair-, en la familia y en las clases sociales, y siempre desde el punto de vista proletario, mientras que a Anderson no le interesa eso, y es precisamente por ese motivo no es justo compararlos. La intertextualidad que acá destaco es más para recomendarle películas al espectador que para demostrarle en dónde pone el interés Anderson y en dónde no lo hace. De hecho el realizador explicó que su principal y fundamental influencia para realizar esta película fue El tesoro de la Sierra Madre, un film que, ahora sí, tiene muchos puntos en común con Petróleo sangriento.

La película

Lo primero que demuestra el film de Paul Thomas Anderson es confianza en la imagen. Con un afán narrativo deslumbrante, la película se inicia con doce poderosos minutos sin diálogos que, sin prisa pero sin pausa, cuentan como Daniel Plainview se convierte en un magnate petrolero a fuerza de trabajo. Es una clásica secuencia de montaje, pero en un tiempo narrativo no acelerado, con el timing exacto para mostrarnos el sacrificio del protagonista y su tenacidad., su soledad absoluta y definitiva. También descubrimos otras cosas fundamentales para la trama. Petróleo sangriento no es un film difícil de entender, pero requiere de un espectador atento a los detalles, ya que no posee más que imágenes para asegurarnos ciertas cosas. Definitivamente, el film habla en el lenguaje del cine. Una vez entendido eso, al mismo tiempo que se escucha una banda de sonido de lo más original y potente, se puede empezar a entender que estamos frente a un film sin demagogias y que no posee el más mínimo descuido. Aunque en la superficie pareciera ser una gran producción, lo cierto es que es cine independiente hecho con talento y rigor. También queda claro que Anderson intenta crear un personaje completo y su contrapartida, nada más. No le importa el entorno social ni la historia de Estados Unidos ni hacer una denuncia acerca del capitalismo, como muchos creen ver. Anderson no es Sinclair. No es un romántico con ideales como lo era el escritor. Sinclair quería cambiar el mundo, Anderson no. Para el joven director lo único que importa es el oscuro corazón de un ser humano y su rival. Una historia bíblica llena de referencias en ese sentido, dos partes de un todo destinado al desastre. A Daniel Plainview la vida le regala un hijo que él rechaza y luego lo cruza con un hermano que finalmente no lo es -y que, en una de las muchas sutilezas del film- es desenmascarado por el hijo, aunque no con palabras. Todo el tiempo los vínculos que establece son inconsistentes y él único ser que le queda, al final, es su peor enemigo: quien, de alguna manera, es él mismo. Sé que el espectador podría considerar el final como sorpresivo, pero no debe ser leído así. El final no es más que eso, la conclusión de un camino muy claro. Paul Thomas Anderson no es un director muy optimista, y aunque lo fuera, aquí ya ha quedado expuesto desde el comienzo que Daniel está sólo y que siempre lo estará. Su soledad está relacionada con su codicia. Es que el realizador ve al mundo de esa manera. Si bien hay un personaje positivo, como el del hijo, aquí, como ocurre en los films del director -en particular Magnolia– la película le depara algún golpe duro. Pero no cae, sino al contrario. Se podría decir que en él queda depositada la luz de la película. Sin embargo, como vemos en los planos oscuros del comienzo, no se trata de una historia luminosa. Ni Daniel ni Eli son personajes cercanos a la luz, codiciosos y mesiánicos, son dos caras de una misma moneda, y, como la cita del comienzo de la nota (utilizada al final de La mujer pantera, de Jacques Tourneur), la historia termina cuando ya no quedan más que ellos, uno muere y el otro, el protagonista, dice de forma lapidaria “I´m finished”, frase nada ambigua que refiere tanto al final del encuentro como al final de su existencia (según el diccionario: Finished: adjetivo . 1 (tarea, objeto) acabado,-a, terminado,-a . 2 (sin futuro) acabado,-a). Si algo le faltaba demostrar a Daniel Plainview es que no había dios, y que todo profeta, en definitiva, es falso. Una vez realizado eso: ¿Qué más debería contar este film? Petróleo sangriento es un amargo retrato de la naturaleza miserable del ser humano. Nada más alejado de lo que quiso contar con su obra Upton Sinclair y, lamentablemente, nada más cercano a lo que hoy habita en el cine considerado de calidad.