Peliculas

Saltburn

De: Emerald Fennell

Saltburn (2023) es la segunda película de la realizadora Emerald Fennell, multipremiada y reconocida por su ópera prima Hermosa venganza (Promising Young Woman, 2020). La inercia de la perezosa temporada de premios indica que luego de que una persona sea reconocida por un largometraje, el que le sigue será tomado en cuenta. Hay excepciones, pero generalmente funciona así. Es por ese motivo, y ningún otro, que una cosa como está puede ser considerada merecedora de algún reconocimiento. Si su primera película era abiertamente burda y demagógica, esta es aún peor en ese aspecto, aunque se le debe reconocer un deseo profundo de subirse a las modas y rapiñar desde allí todo lo que pueda. Están avisados. Emerald Fennell es una realizadora a tener en cuenta, queriendo decir con esto que hay que tener en cuenta ya no ver más sus largometrajes. Para mí dos han sido demasiados.

Nadie inventa algo desde cero en el mundo del cine. Hermosa venganza era un multiplagio inspirado en varias buenas películas al que la directora y guionista le agregó el mayor número de obviedades posibles. Acá lo insoportable pasa por otro lado, pero se repite el esquema de robar de varios lugares y tomar estructuras interesantes que han dado, en los últimos doscientos años, grandes obras de la literatura y el cine. Emerald Fennell ha leído mucho y ha visto algo de cine, lo primero seguro, lo segundo con menos énfasis.

La película transcurre en parte en el año 2007. Oliver Quick (Barry Keoghan) es un estudiante universitario de Oxford que no ha logrado hacer amigos y observa a los más populares del lugar, haciendo foco en Feliz Catton (Jacob Elordi), el joven que todos aman y desean, miembro de una familia aristocrática. La película está narrada por el propio Oliver desde el presente, por lo cuál veremos su punto de vista de allí en más. La directora, por supuesto, nos reserva algún truco anunciado desde ese comienzo, pero nada que altere la idea de la película. Oliver dice que amó a Felix, pero nunca supo si además estaba enamorado de él.

Felix, que inicia una amistad con Oliver, un poco como el padrino rico del joven becado, le ofrece llevarlo a la mansión en el campo de su familia para pasar el verano. Pronto verá que se trata de un grupo de personajes excéntricos, algo crueles y con personalidades oscuras. Las tensiones sociales y sexuales estallan desde un comienzo y Oliver se mueve con astucia y algo de temor entre aquellos que no son de su clase. Por un lado parece el objeto de entretenimiento de todos, pero por el otro parece estar tejiendo su propia telaraña. Sí, hay un vestido de telaraña en una escena, no vaya a ser que tengamos que darnos cuenta solos de las cosas.

Se ha definido Saltburn como una comedia de humor negro. Pero lo único gracioso es leer esa definición. No hay nada gracioso en los excesivos 130 minutos que dura la película. Fennell debe reírse con sus colegas mientras se codean durante las proyecciones y de ahí debe venir la definición de comedia negra, de lo contrario no se entiende. El género comedia negra suele ser también el que se usa para hablar de películas que intentan ser graciosas sin serlo y que además tienen intenciones de ser importantes y llenas de temas. Es todo un género en sí mismo.

Hasta donde recuerdo, las comedias negras de Claude Chabrol me hacían reír o sonreír frecuentemente, incluso aquellas que terminaban en tragedia. La lucha de clases del director francés era descrita con mayor sutileza y seducción que todos estos productos actuales. No es que todas sean malas, pero algo las une. Del lado positivo está Parásitos (2019) de Bong Joon-ho, que arrasó con los premios, incluyendo un inesperado Oscar a mejor película, y las consecuencias de es fenómeno no tardaron en llegar. Saltburn ese heredera directa, pero también lo es la aberrante El triángulo de la tristeza (2022) de Ruben Östlund, una de las peores cosas que nos pasó como especie. Podríamos sumar el cine Yorgos Lanthimos y muchos otros cineastas que han puesto el énfasis en la lucha de clases con trazo grueso, marcando siempre una fuerte crítica a las clases privilegiadas, pero sin poner tampoco elementos positivos en las clases postergadas. Este tema ha existido desde siempre y actualmente en el cine y sus premios se ha vuelto un lugar común.

Emerald Fennell ha declarado, lo que a mi modesto entender siempre es peligroso, cuáles fueron los textos que la inspiraron. No se sabe si para guiar a los críticos o para protegerse de ellos. O sólo para decir que había leído mucho. La lista, llevada al cine en la mayoría de los casos incluye a The Go-Between de L. P. Hartley, Rebecca de Daphne du Maurier, Retorno a Brideshead de Evelyn Waugh, Maurice de E. M. Forster, Lo que queda del día de Kazuo Ishiguro, Cumbres borrascosas de Emily Bronte y La línea de la belleza de Alan Hollinghurst. Fennell juega a ser James Ivory pero sin buen gusto.

El elenco tiene al inquietante Barry Keoghan como protagonista exclusivo, mostrando su estilo más conocido, aunque es un actor que ha jugado otros tonos distintos al que, lamentablemente, le obligan a repetir aquí. Jacob Elordi es el galán que atrae al protagonista y su rostro es más que conocido debido a su trabajo en la serie Euphoria. También están Richard E. Grant y Rosamund Pike, los padres del joven aristócrata. Las canciones elegidas son generosas con el que quiera escucharlas luego de la película. Las referencias literarias y cinematográficas no son superadas por las mitológicas, que se asoman también para darle algo de seriedad extra al combo. Para terminar, y como corresponde, un poco de escatología tampoco falta. Extraño la época en la cual el cine no creía que el vómito fuera algo digno de mostrar en detalle. Por lo demás, la provocación de la película es mínima y las escenas están remarcadas por música grave, indicador de que la directora se siente provocadora.  En cualquier caso, eso lo decide el espectador. En resumen la sensación es la de una película completamente irrelevante que apuesta a un tipo de cine que tiene fecha de vencimiento muy cercana.