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SUITE FRANCESA

De: Irène Némirovsky

LA GUERRA Y CASI LA PAZ

Una de las mejores novelas de la literatura clásica -sino la mejor- La guerra y la paz, escrita por el escritor ruso León Tolstoi, fue publicada en forma completa en el año 1869. Esta obra cumbre relata, desde una visión épica y realista, las vicisitudes que debe atravesar la sociedad rusa tanto en el período anterior a la invasión napoleónica, como durante la propia guerra, y mientras se recompone la paz luego de la derrota del ejército francés. Tolstoi pinta este vívido retrato de la Rusia zarista y la ofensiva napoleónica en 1812 con la precisión y la lucidez que otorgan no sólo la maestría de una pluma privilegiada, sino también, la distancia que el transcurso del tiempo permite para abordar los acontecimientos históricos. Así pues, el espacio que medió entre los hechos y su escritura es lo que contribuyó a que la novela alcanzara esa depuración que sólo a las obras maestras puede atribuírseles. Tolstoi en casi mil páginas amalgamó la pintura de toda una época y con ello, el pasaje entre el clasicismo y la modernidad.

¿Pero por qué esta asociación entre La guerra y la paz y Suite Francesa? Vayamos por partes, ¿quién fue Irène Némirovsky (Kiev, 1903 – Auschwitz, 1942)?

Recién conocida para nuestras letras a partir de la publicación en español de su obra póstuma, Suite francesa, Némirovsky fue una escritora de oficio, nacida en el seno de una familia judía, rusa y burguesa, creció bajo el favorable y, a la vez, infausto influjo de esas tres condiciones que marcaron su destino de forma inevitable. De niña se vio obligada a huir -como consecuencia de la persecución bolchevique a la figura de su padre- de Rusia hacia Finlandia, luego a Suecia y, finalmente, a Francia, lugar en donde pasó el resto de sus días. Estudiante de Letras en la Soborne, recibida con mención de honor, Némirovsky dedicó su vida a la escritura con éxito, ya que logró publicar sus obras sin dificultad y obtuvo -desde su primera novela- el bien merecido reconocimiento de los lectores y de la crítica.

Suite francesa, su último libro, es el relato de los días previos a la invasión alemana a Francia, durante la primavera de 1942. La historia se inicia con una primera parte en donde se relatan los pormenores trágicos que deben atravesar distintos personajes en su improvisada huída de la guerra que comienza a asediar la ciudad de París: las rutas de ese éxodo masivo, las estaciones de trenes atestadas de familias, los autos atascados en los caminos sin poder avanzar, la gente cargando su vida material a cuestas, los enfrentamientos entre la burguesía y el pueblo, ambos expuestos al mismo mal; hombres huyendo con sus amantes, niños llorando su orfandad, y algunos pobres prestos a resistir con dignidad. Todos esos seres se mueven en forma casi frenética mientras las bombas les pisan los talones. La segunda parte, un poco más reposada que ese cuadro tan variopinto, se centra en la intensa relación que se establece entre una joven francesa, cuyo marido se ha ido a luchar al frente de batalla, y un soldado alemán a quien ha debido alojar como consecuencia de la invasión.

Si bien todo este panorama tiene su gran cuota de tragedia, no es a partir de dicho recurso que Némirovsky lo delinea, sino que tiene la osadía de recurrir a los condimentos de la comedia para trazar los detalles que mejor puedan pintarlo sin quitarles por ello su importancia como dramático acontecimiento histórico. Y es justamente aquí donde puede captarse el magistral andar de sus huellas, en la capacidad para brindar un estremecedor fresco de una época violenta y bestial sin teñirlo de puro dramatismo. Sus mismas palabras volcadas en sus notas lo dicen: “…los hechos históricos, revolucionarios, etc., sólo hay que rozarlos, mientras se profundiza en la vida cotidiana y afectiva y, sobre todo, en la comedia que eso ofrece”.

Ahora bien, esa distancia que se necesita tomar para poder observar los hechos con la frialdad de quien va a pasarlos por el tamiz de la comicidad no es algo que se pueda forzar sin caer en el improperio, es la consecuencia necesaria de la posibilidad que brinda el tiempo de echar paños fríos a unos acontecimientos que mientras transcurren sólo se puede padecerlos. Tolstoi pudo, por su parte, describir la tragedia de los rusos con una precisión entomóloga sólo varias décadas después de que ésta ocurriera.

Irène Némirovsky comienza a escribir Suite francesa hacia principios de 1942, en Saône -et-Loire, sitio en donde se había recluido con su esposo y sus dos hijas, huyendo del inicio del ataque alemán a París. Fiel a su costumbre de trabajar la obra junto con un diario de notas, escribe la novela con la ambiciosa intención de describir en unas mil páginas el fresco de los acontecimientos que Francia -y ella misma con su familia- acababa de vivir, apenas unos días atrás. A la par que redacta un testamento por el cual deja precisas indicaciones a la tutora de sus hijas para el cuidado de éstas, en caso de su propia desaparición y la de su marido. Asimismo, le escribe a su director literario, avisándole del inicio de la novela y anunciándole el probable carácter póstumo de la misma. Irène ya adivinaba su trágico devenir. Pero nada la detuvo hasta alcanzar las casi cuatrocientas páginas del libro, momento en que es detenida y deportada -al igual que otros miles de judíos- a Auschwitz, en donde la asesinan un mes después, y donde también encontrará la muerte su esposo, apenas unos meses más tarde.

Irène Némirovsky no necesitó de la distancia inevitable que impone el paso del tiempo para retratar con extrema lucidez (casi me aventuro a afirmar, con una lucidez sin igual en las letras del siglo XX) y hasta con humor la desgracia de una época que le fue encarnadamente contemporánea; su propio sino trágico. Pero su ambiciosa empresa de obra cumbre se vio abortada por las trágicas circunstancias que ella misma atestigua.
Suite francesa alcanzó a reflejar los tiempos de la guerra, los nazis no le permitieron retratar los tiempos de la paz.

SUITE FRANCESA
Irène Némirovsky
España, 1era. Edición: 2005
Editorial Salamandra