Cine Clasico

Xanadú

De: Robert Greenwald

Xanadú (1980) es una de esas rarezas cinematográficas difíciles de entender y al mismo tiempo capaces de llamar la atención de los espectadores a lo largo de los años. Está inspirada libremente en la película Sueños dorados (Down to Earth, 1947) protagonizada por Rita Hayworth y Larry Parks. Ambas, claro, son musicales, pero mientras que la película de los cuarenta está dentro del mundo del teatro, acá la historia transcurre en el más ochentoso de los mundos, discoteca incluida. Sonny Malone (Michael Beck) es un artista plástico que se siente frustrado con sus trabajos por encargo. Cuando conoce a una misteriosa mujer (Olivia Newton-John) este le aparece en la costanera de Los Ángeles y también, de forma injustificable, en la portada de un disco de la cual Sonny debe hacer un mural en la ciudad. Esa mujer que llega, lo besa y desaparece, es nada menos que Terpsícore, la musa de la danza y la poesía ligera. Se podría decir, saltando en el tiempo, que es la diosa de los musicales.

Cuando finalmente la joven, que se hace llamar Kira, finalmente se presenta frente a Sonny, resulta la inspiración para que este construya una ambiciosa discoteca donde los diferentes estilos y épocas musicales se unan. Para ello Sonny se asocia con una veterana estrella de la música, Danny McGuire (Gene Kelly) y los tres llevan adelante el proyecto. Sin inocencia alguna, el personaje de Kelly se llama como el que el actor interpretó en la película Las modelos (Cover Girl, 1944). Las referencias cinematográficas se multiplican, pero muchas se pierden con el tiempo, porque no están tan presentes para el público como lo estaban en 1980. Una nota extra: Sueños dorados (Down to Earth, 1947) es una secuela de El difunto protesta (Here Comes Mr. Jordan, 1941) película de la cual luego se haría una remake llamada El cielo puede esperar (Heaven Can Wait, 1978). Tener a Gene Kelly en su última actuación para cine (todavía trabajaría en televisión por varios años) es un lujo que nadie que ame el musical puede pasar por alto. Aun cuando la película no esté a su altura, tiene muchos momentos que harán sonreír a sus admiradores.

La película tiene el raro privilegio de tener una de las bandas de sonido más exitosas de aquellos años y al mismo tiempo ser un fracaso cinematográfico memorable. La estética juega al límite con las decisiones, tanto en sus efectos especiales como en su dirección de arte y vestuario. Queda claro que la idea es que entren el mayor número de canciones posibles, lo que hace que incluso haya una escena de animación. Robert Greenwald, es un director de ficción y documental con un muy marcado compromiso político, por lo cual esta es, sin dudarlo ni un segundo, su película más rara y fuera de su filmografía. Tal vez esa incomodidad llevó a que nada termine de convertirse en algo coherente y sólido, sino sólo hallazgos parciales, principalmente por mérito de sus protagonistas y las canciones. El guión, firmado por Richard Christian Danus y Marc Reid Rubel, se iba reescribiendo a medida que avanzaba la película, según contó en algún momento Olivia Newton-John.

Los protagonistas ha sido elegidos por sus posibilidades en la taquilla. Ella, claro, venía de protagonizar el musical más exitoso de la historia, Grease (1978) y rechazó otros papeles para protagonizar Xanadú. No fue una mala decisión, porque la banda de sonido es hoy un clásico total. Michael Beck tenía como antecedente su rol estelar en The Warriors (1979) de Walter Hill, pero acá el cambio de personaje le resultó un poco excesivo, definitivamente no contribuyó a su carrera. Y Gene Kelly, por supuesto, la máxima estrella del género musical, no necesita presentación, aunque tampoco alcanza una nota para describir su enorme carrera. Es el indicado para el rol, aunque sea al mismo tiempo poco para lo que él podría haber dado en ese momento.

Gene Kelly tiene la gracia intacta, pero es el director quien arruina casi toda la narración con un exceso de primeros planos que la película no necesitaba, obligando a los actores a poner caras para construir escenas que no están bien narradas. No tiene un ritmo veloz, pero sí más cortes de los que se necesitaban. Kelly regala algunos pasos memorables y es un placer absoluto verlo cantar y bailar mientras patina. Pero el propio actor, bailarín, cantante y coreógrafo se guardó una escena junto a Olivia Newton-John que ella atesoraría como la más importante de su carrera. Ambos bailan un dúo clásico de manera impecable. Kelly, que sabía de lo delicado de esta clase de escenas, pidió que solo estén ellos con el cámara y un par de asistentes de confianza. Es él último regalo que Kelly nos hizo a quienes lo consideramos un genio.

Y claro, la gran canción del título aparece en las escenas finales, demostrando también el carisma arrollador de Olivia Newton-John y su talento para la música. Lamentablemente este fue su último protagónico en un musical, en una carrera que podría haber dado varios clásicos más. Pero a pesar del éxito gigante de Grease, los ochentas no fueron una década de muchos musicales. Con los años, Xanadú se convirtió merecidamente en un film de culto. Un poco por consumo irónico, un poco porque su banda de sonido es memorable, y otro poco, como el motivo de esta nota, para ver a Gene Kelly y a Olivia Newton-John. Ambos justifican la visión de esta película.