Peliculas

Demonio negro

De: Adrian Grunberg

Y un día se pusieron de moda los megalodones, así, cómo quien no quiera la cosa. En este largometraje llamado Demonio negro (The Black Demon, Estados Unidos/México/República Dominicana, 2022) una vez más aparece el tiburón prehistórico de mucho cine clase B y clase Z pero recientemente convertido en estrella por los dos largometrajes protagonizados por Jason Statham cuyos títulos son, justamente, Megalodón y Megalodón 2. No era raro que frente a un éxito de género surjan copias muy berretas, pero en este caso no estamos frente a esos títulos casi estudiantiles con efectos hechos en un fin de semana, sino un largometraje pequeño e irrelevante, pero con aires de película profesional.

El protagonista es Paul Sturges (Josh Lucas), un hombre que trabaja para una empresa petrolera que aprovecha sus vacaciones familiares en México para hacer una inspección rutinaria de una plataforma ubicada en medio del océano. Desde que llega con su familia, queda claro que el pequeño pueblo cercano lo desprecia a él y a la empresa. Para peor, lo que se suponía era sólo un trámite, se transforma en una pesadilla cuando él y su familia quedan atrapados en dicha plataforma y asediados por el megalodón. El demonio negro no es otra cosa más que un animal enojado por el desastre ecológico que provocó la plataforma.

Sturges y su familia, más algunos empleados, deberán luchar por su vida, al mismo tiempo que deberán asumir que el gran monstruo tiene sus razones y tal vez ellos son los malos de la película. Cómo sea, el discurso se vuelve más importante que la acción y el megalodón no tiene el protagonismo que debería. Cada escena es un poco peor que la anterior y todo el resultado es francamente malo. Muchos otros títulos, Godzilla (1954) sin ir más lejos, han hablado del daño que el ser humano le hace a la naturaleza y las consecuencias de esto, pero no lo repiten en cada escena, sino que lo mencionan y el resto queda en manos de la inteligencia del espectador.

El director de este desastre es Adrian Grunberg, el rarísimo director de una gran película llamada Get The Gringo (2015) protagonizada por Mel Gibson y también de la última Rambo, una rareza gore que no fue bien recibida. Los tres títulos juegan con la frontera y el choque entre culturas, pero mientras que las anteriores son un festival de locura, acá no hay nada divertido, interesante y ni siquiera con escenas que puedan llamar la atención por sus excesos o su estética. La suerte le ha dado una vida de éxito de un par de días en el streaming, pero no hay motivo alguno para verla.