Cine Argentino

Granizo

De: Marcos Carnevale

Granizo cuenta la historia de Miguel Flores (Guillermo Francella) un exitoso meteorólogo de la televisión que ha logrado tener su propio show del clima. En la primera emisión él llega como una estrella de rock. Todos lo quieren, los vecinos le piden consejos, la gente lo para por la calle, la vida le sonríe. Debuta el show y Miguel se va a dormir dándole buenas noticias a la ciudad de Buenos Aires: La noche tendrá un clima excelente. Cuando despierta al otro día descubre que su mundo se ha venido abajo: Un granizo terrible ha caído sobre la ciudad. Los que han seguido su consejo infalible han perdido su auto, su mascota, su ropa colgada, todos decepcionados con Miguel que se ha convertido en el enemigo número 1. Desesperado, huye con su pececito Osvaldo a Córdoba, provincia donde nació y donde vive su hija, con quien él tiene una relación distante.

Ese es el comienzo de Granizo una comedia dramática que pasea por varios géneros a la vez sin instalarse en ninguno. Absolutamente todo está atado de forma endeble, empezando por la historia paralela del taxista Luis (Peto Menahem) que cree ciegamente en Flores y es víctima de la burla y el escarnio de amigos y familiares por dejar su auto a la intemperie. La familia del taxista es un viaje sin escalas al infierno del peor costumbrismo argentino, pero ese no es el tono de todo el film, solo el de la familia del taxista, una especie de colección cápsula dentro de la marca Granizo que es la película. Los lugares comunes, no podía ser de otra manera, abarcan todos los géneros que la película toca.


Más cosas van y vienen sin fuerza alguna. El traumático rayo del comienzo, ocurrido en 1997, que marcó la vida de Miguel y su hija Carla, la novia actual del meteorólogo que es una relación irrelevante pero luego tal vez no lo sea, los vecinos que pierden su perro y son borrados del guión porque de eso el protagonista no tiene reivindicación posible, y todas y cada una de las decisiones que recortan el guión para dejar una larga película de dos horas que uno adivina pudo haber sido aún más extensa. La película tiene un guión inconsistente, que plantea un conflicto principal y emparcha el resto con una desprolijidad llamativa. En los detalles es donde más agua hace la película. Un costado cómico místico no es ni gracioso ni atractivo, un híbrido que remata de forma muy torpe.

Cuando quiere ser comedia, Francella se mueve con soltura. Él y Osvaldo, su pez mascota, son lo único rescatable del elenco, que nada puede hacer con lo poco que le ofrecen. Filmada con televisión, con algún dron obligado, el director Marcos Carnevale vuelve a fallar con el costado dramático, donde nunca consigue conectar. Mejores películas hizo el director, y obviamente Francella también, quien ha demostrado que puede hacer cualquier rol si el guión y el director lo desafían a hacerlo.

Y, sin ánimo de contar el final previsible, los últimos minutos de película son una catástrofe, literal y metafóricamente.  Una tormenta de vergüenza ajena difícil de atravesar sin salir lastimado en la sensibilidad cinematográfica. Había una amable comedia con aires de cuento moral dando vueltas, pero Granizo eligió ser todo a la vez y perdió su oportunidad. Como elemento extra, un puñado de periodistas haciendo cameos resulta tan burdo como inútil, en una película más incomprensible que otra cosa. Nunca se sabrá que quisieron hacer, pero se nota que no lo consiguieron.