Peliculas

La muerte de Stalin

De: Armando Iannucci

La muerte de Stalin tiene dos elementos que le aseguran su éxito como comedia. El primero es un elenco espectacular, con actores de gran nivel, esos que acompañan a los protagonistas pero rara vez tienen el lugar central. El segundo es relato con elementos tan inverosímiles que hubo que bajarles el tono para que pudieran ser graciosos sin parecer demasiado exagerados. El resto, claro, es historia.

Justamente la película empieza con un concierto de música clásica y una de esas historias imposibles. Al terminar el concierto reciben una llamada de Stalin diciendo que le lleven la grabación. Pero no lo han grabado, por lo que deben volver a meter a la gente en la sala y pedirle a la orquesta que vuelva a tocar. El director se desmaya y deben ir a buscar otro. Suena a pura comedia contra la locura totalitaria. Es una historia real y le tuvieron que sacar elementos porque nadie la creería posible. Mientras tanto Stalin cena con su cúpula, donde todos se muestran paranoicos, preocupados por el destino de sus vidas frente a cada palabra, cada idea, cada movimiento que hacen frente al líder. Cuando Stalin muera comienza la debacle por la herencia y el futuro de la Unión Soviética. Los dictadores no dejan herederos.

¿Se puede hacer comedia sobre un personaje como Stalin? La respuesta es obvia, se puede. El tema es encontrar el tono adecuado y buscar un equilibrio para que la película funcione. Y La muerte de Stalin funciona a la perfección. Su creador es Armando Iannucci, guionista, productor y director británico, creador de la serie Veep, una de las mejores sátiras políticas de la televisión. Y sin duda la sátira es lo que le da forma a esta comedia. El estalinismo en toda su monstruosidad, sin esconder ninguna de sus peores características, mostrado con humor negro. Más allá de la época y el lugar, cualquier gobierno totalitario y el imperio de terror que genera, de eso trata la película. La película es implacable y se reserva un par de momentos siniestros que no por breves pierden su efecto. Más allá de todo el humor, se entiende perfectamente de que habla la película.

Volviendo al elenco, Steve Buscemi interpretando a Nikita Khrushchev, Michael Palin como Viacheslav Mólotov y Jeffrey Tambor como Gueorgui Malenkov son un lujo que justifica cualquier comedia. Pero no son los únicos, el elenco es brillante. Una idea genial del director fue decirles a todos que usen su acento normal. Teniendo en cuenta que la película es británica y está hablada en inglés, se le dijo a todos que usen su verdadero acento, que intentar otra cosa distraería y generaría distracción. Las reuniones del Politburó con este elenco de gigantes son un verdadero show. Las votaciones, el relato, las traiciones, la burocracia. La película, de todas maneras, fue prohibida en Rusia y otros países aliados, al parecer no causó mucha gracia esta comedia implacable sobre un momento clave de su historia.