Peliculas

¿QUÉ PASÓ AYER?

De: Todd Phillips

LA CELEBRACIÓN

Más allá del subgénero al que pertenezca, de la procedencia de la película o de su año de realización, la efectividad de una comedia radica en su timing. Cada chiste y cada gag deben estar en el tiempo y la forma adecuados; cualquier mínimo desfasaje atentará contra la efectividad del film. Incluso dilatando o contrayendo situaciones, el hecho fundamental sigue siendo el manejo del timing, del tiempo justo. De Buster Keaton a Jerry Lewis, de la screwball comedy clásica a los films de Ben Stiller, la comedia funciona y funcionará en la medida que el timing esté manipulado de manera correcta. Así las cosas, y como en tantos otros aspectos, es el cine americano el que mejor maneja este aspecto, algo que se manifiesta claramente en ¿Qué pasó ayer?, un film que hace gala de ese timing, en el que ningún remate, gag o chiste está fuera de tempo. Podría decirse, sin mucho temor al error, que absolutamente todas las situaciones cómicas funcionan. En ese aspecto es una comedia perfecta. También aporta mucho para ello el hecho de que todo el relato esté estructurado casi como si fuera un film policial, en el que los protagonistas, luego de una noche de excesos, no recuerdan qué paso, por qué están en las condiciones en la que están (heridos y, por ejemplo, en poder de un bebé y un tigre), y principalmente no saben dónde se encuentra el agasajado de semejante noche: el amigo que está por casarse y a quien deben encontrar para llevarlo a tiempo a la boda. Durante todo el film irán buscando y encontrando pesquisas para reconstruir lo sucedido en esa noche. Esos hechos están casi en su totalidad fuera de campo, produciendo un efecto doble: por un lado la desesperación implícita de no saber dónde está el amigo faltante y por otro lado, y esto es tal vez lo más atractivo de la película, una extraña sensación que se produce al saber que han vivido la más salvaje de las noches (que es lo que fueron a buscar a Las Vegas) pero sin embargo no pueden recordar nada de ella.
Así, como vehículo de situaciones graciosas, de humoradas y de absurdo, la película de Phillips es inapelable. Sin embargo, todo film encierra algo más. Sea esto buscado o no, sea esto relevante o no. Toda obra producida por el hombre es portadora de una mirada, de una búsqueda, de una forma de entender el mundo. Esto puede ser intencional o no, pero incluso la más básica de las expresiones estéticas, incluso aquellas que dicen no tener ninguna pretensión, aunque más no sea representan el estado mental o anímico de quien las produce. En ese sentido, ¿Qué pasó ayer? es la concreción de una fantasía: la del hombre adulto aburrido de su vida cotidiana, de su mujer, de sus hijos y de su actividad profesional, que necesita, aunque sea por una noche, volver a un momento anterior, de adolescencia, de falta de responsabilidad y de excesos. Ante una vida tediosa, ese hombre necesita revitalizarse. El film de Phillips se enfoca en ello, y construye su fábula a partir de esas necesidades, y lo que encierra es en definitiva una hipocresía puritana, porque así como pone de manifiesto las necesidades de ese hombre adulto, y así como establece lo tedioso de la vida cotidiana, se olvida de señalar que esa vida es producto de ese mismo hombre, que de ninguna manera quiere cambiar ese estado de cosas, y que se excita o espanta ante cualquier exceso provisto industrialmente (eso y no otra cosa es la ciudad de Las Vegas). Sólo quiere extasiarse de vez en cuando (porque, claro, no puede canalizar los excesos de otra manera, ritualizadas y mediante fiestas tradicionales porque vive en un mundo que ha eliminado tales posibilidades), y sabe que estará justificado, como remarca Phillips al final de la película con un diálogo frente al altar (aquí hay que señalar que ese casamiento no es más que la parodia de lo que es una verdadera fiesta tradicional). En este orden de cosas, es remarcable el rol secundario y limitado al que debe resignarse la mujer. ¿Qué pasó ayer? es la celebración de una mentalidad tardo puritana, hipócrita e infantilista. Una celebración que -nadie puede negarlo- es llevada a cabo con indudable talento narrativo.