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Samurai de ojos azules

De: Jane Wu

El universo audiovisual de la animación es tan grande que sí sólo quedaran películas y series de animación en el mundo, no alcanzaría el tiempo para ver lo que se produce año tras año. Cuando se habla despectivamente sobre este formato, se está pasando por alto la enorme variedad que incluye. Muchas veces se habla de la animación como un género, como ocurre con el documental, pero es un encasillamiento que no es capaz de explicar todo lo que incluye. Para muchos espectadores es común ver animación, para una gran parte todavía es una barrera infranqueable. Series como Samurai de ojos azules son una gran oportunidad para vencer prejuicios y entregarse a historias tan valiosas como cualquier otra que se haga con actores en live action.

La animación es inabarcable, pero incluso el mundo del animé lo es. La animación hecha en Japón y sus derivaciones al resto del mundo hoy son tan enormes que tampoco podríamos cubrirlas en su totalidad. A no abrumarse, hay gente que dedica toda su vida a ver este tipo de películas y series, a los demás nos alcanza con ver las más destacadas. La cartelera en Japón y los estrenos muy exitosos pero aunque en pocas salas en el resto del mundo son la muestra que nos alcanza para ir probando suerte en cine y, por suerte ahora también, en streaming. Samurai de ojos azules comparte una característica con el protagonista de su historia: es una mezcla entre dos culturas, entre dos estilos. Para los puristas del animé se podrá ver como un producto netamente occidental, para los que solo ven animación occidental, la serie parece un animé.

Esta producción norteamericana es la confirmación de cómo las fronteras del animé se han ido moviendo y seguirán haciéndolo, como en su momento pasó con el western nacido en Estados Unidos y luego extendido al resto del mundo. Así como Akira Kurosawa uso el cine del oeste para sus historias de samurais y luego Hollywood usó a su vez sus películas para hacer nuevamente películas de cowboys, esta serie se mueve entre dos mundos, pertenece a dos identidades y en esa mezcla se vuelve más impactante y original.  Dentro de las categoría del animé, Samurai de ojos azules pertenece al animé llamado Seinen, es decir la ficción hecha para público adulto. Y dentro de ese grupo, es un clásico Jidaigeki, es decir un drama de época. En resumen: un relato de época hecho para adultos o un relato para adultos que transcurre en el pasado, en ambos códigos la serie se siente a gusto. Que sea de animación no es secundario, pero no es lo que define su cosmovisión o la moral de sus personajes. Es importante recordar que se trata de una serie sólo para público adulto, su contenido de sexo y violencia es demasiado alto como para confundirla con un producto infantil, otro gran error de los que no conocen la animación. Como todo buen Jidaigeki, Samurai de ojos azules transcurre en el período Edo de Japón. La historia de la serie coincide con los años de aislamiento de Japón y el cierre casi total de sus fronteras, viendo a los extranjeros como una amenaza permanente.

La protagonista de la serie es Mizu, una joven que domina a la perfección el arte de la espada y cuyo gran objetivo es la venganza. Mizu busca matar a cuatro hombres europeos presentes en Japón cuando ella nació y que violaron a su madre. Uno de ellos es, además, el padre de Mizu, que es mitad europea, mitad japonesa. Para poder cumplir su misión ella no sólo debe esconder su condición de mujer, sino también de mestiza, lo que la convierte en una persona que está rompiendo dos reglas fundamentales de aquellos años.  Mientras tanto, la princesa Akemi, la única hija de Lord Daiichi Tokunobu, intenta convencer a su padre para que apruebe su matrimonio con Taigen, un joven y consumado samurái de origen humilde. Esa es otra historia que crecerá a lo largo de los episodios y completará el mundo de la serie.

La tarea quijotesca de Mizu incluye a un joven cocinero, Ringo, que le ruega lo lleve como aprendiz y termina convirtiéndose en su Sancho Panza versión japonesa. La aventura de los personajes centrales es una combinación de relatos de caballería, historias de samurais, westerns y todo tipo de narrativa de aventuras, una perfecta continuidad entre drama y acción que no para de sorprender, con algunos capítulos, como el cinco y el seis, que muestran las posibilidades ilimitadas de un producto que entiende todos los códigos de género y se siente a gusto jugando con un perfecto clasicismo mechado con algunos toques de modernidad. Porque sí, aunque Samurai de ojos azules es lo más clásico que uno pueda imaginar, no le teme tampoco a algunos guiños estéticos modernos. Su árbol genealógico va desde el western clásico a Quentin Tarantino, de Akira Kurosawa a Sergio Leone. Como el Zatoichi de Takeshi Kitano, entra y sale de lo clásico y lo moderno sin culpa, aunque el promedio final es más bien de la vieja escuela.

La historia de una mujer disfrazada de hombre es tan antigua como el cine mismo. Desde la osada versión de Hamlet que protagonizó Asta Nielsen en la cual el príncipe de Dinamarca era una mujer hasta ejemplos más recientes como el western La balada de Little Jo (1993) de Maggie Greenwald o todas las adaptaciones de Mulan hechas en oriente y occidente, el tema aparece una y otra vez. A veces a modo de comedia, a veces como un recurso inevitable para las mujeres que quieren sobrevivir en un mundo de hombres. Otros ejemplos son Yentl (1983), Vidalita (1948), Albert Nobbs (2011) y no hay casi ningún país donde este recurso no haya existido. Acá está plenamente justificado y es una parte fundamental de todo el sentido de la historia, además de aportar una enorme cantidad de drama y suspenso. El personaje central de Samurai de ojos azules es extraordinario y ya hubieran querido los directores de otros géneros y otras épocas tener una historia así, sin pensar ni siquiera en la animación.

Es bueno recordar que aunque transcurre en Japón y es una serie de animación, no estamos acá frente a un animé en estado puro. Hablada en inglés y con elementos occidentales en la forma, Samurai de ojos azules rompe con algunos elementos estéticos, empezando por la idea más tridimensional en las animaciones que renuncia al estilo intencionalmente limitado en los movimientos que suelen tener los animé en general. Los más ortodoxos amantes del animé claramente la verán como un producto diferente al estilo más tradicional del género pero eso no afectará en nada a los demás espectadores. Hay que insistir en que el que sea una serie de animé impura es casi un juego con la protagonista, qué es vista justamente como un monstruo, como un error en el sistema, como algo que rompe las reglas y la pureza de un universo cerrado sobre sí mismo y negado a abrirse al exterior.

Decíamos que el animé es un universo prácticamente inabarcable, pero la era del streaming le ha permitido llegar a mucha más gente y volver más masivo un número enorme de productos. Algunos, como este, hecho específicamente para este formato. Para quienes han disfrutado de las películas de samuráis desde Akira Kurosawa hasta el presente y para quienes amen el western clásico, el revisionista y el Spaghetti western, acá van a poder apreciar una nueva capa a esa interacciones entre los géneros de Japón y Estados Unidos, ya fusionados también en exponentes europeos. Muchos géneros del cine japonés brillan en estos episodios, así como también el teatro kabuki, las historias de geishas, el cine bélico y todo el imaginario de las películas japonesas. Su acercamiento al western y la literatura de caballería vuelve a Samurai de ojos azules un puente para entrar en este mundo de la animación para empezar conocerlo más y olvidarse de las ideas preconcebidas. Una de las mejores series de los últimos años, animadas o no animadas, que van a encontrar en Netflix.