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EL CORAZON HELADO

De: Almudena Grandes

¿POR QUIÉN DOBLAN LAS CAMPANAS?

Cuenta la anécdota que una tarde del año 1972, Almudena, por aquel entonces una joven de apenas 12 años, se sorprendió al descubrir en las páginas de una revista del corazón una foto de la cantante y bailarina Josephine Baker, en una de esas poses cuya imagen luego recorrió el mundo, semidesnuda y con una pequeña falda de plátanos sujetada en la cadera. Pero su sorpresa fue mayor cuando su madre -al reconocer el asombro en la cara de su hija- le comentó en forma casi aligerada que su abuela la había visto bailar en persona en un teatro de Madrid a fines de los años ’20. En un principio, el impacto se debió a que, para Almudena, se reveló de pronto y en tan solo un gesto toda la modernidad de una abuela que había tenido la osadía de asistir a un espectáculo de vodevil cuando el siglo XX apenas despuntaba. Pero claro, ese desfasaje entre lo que Almudena imaginaba que había sido la época en la que su abuela había sido joven, lo que realmente habían sido aquellos años, y, por otra parte, las posibilidades de libertad -cultural, artística, política o ideológica- de las que ella misma gozaba durante sus años de juventud, respondía a una pregunta mayor. Respondía a la historia de una España que había sido escindida en dos, un país que había roto los hilos de la memoria y que como consecuencia de esa ruptura a los nietos no les resultaba creíble la vida de sus abuelos, y menos aún, la posibilidad de reconocerse en ella.
El eco de esta pregunta quedó resonando en la Almudena que luego se convertiría en escritora para recién al cumplir sus 40 años comenzar a esbozar los lineamientos de una respuesta, de su respuesta. El resultado de ese andamiaje echado a andar treinta y pico de años antes lleva el nombre de El corazón helado, y es una magnánima novela de casi mil páginas en las que su autora busca reconstruir ese tejido de memoria colectiva que en algún momento de la Historia se resquebrajó dejando escindidas las vidas de casi cuatro generaciones de españoles.
Todo el relato está construido a partir de dos grandes bloques o sub-relatos que avanzan y retroceden en paralelo hasta encontrar un punto de convergencia; cada uno de ellos refiere a una época y a una historia familiar, y ambos edifican las dos caras de un país de las cuales una, a decir de Antonio Machado, ha de helarte el corazón.
Uno de los bloques está narrado en primera persona por la voz de Álvaro Carrión y nos adentra en la vida de su recientemente fallecido padre, Julio Carrión, un hombre tan exitoso y afortunado como carente de escrúpulos, franquista por conveniencia más que por convicción, y que carga sobre sus espaldas un pasado espurio, lleno de traiciones, ocultamientos y mentiras. La voz de la otra parte de la novela queda en manos de un narrador omnisciente que sigue los pasos de Raquel Fernández Perea, nieta de Ignacio Fernández Muñoz, uno de los tantos republicanos que debió exilarse en Francia, y la mujer en la quien Álvaro se va a perder sucumbiendo a un amor que se aviva en las llamas de rencores antiguos y ajenos. Si bien estas son las criaturas que mueven las ruedas de una trama tan compleja como amena, la novela es mucho más que una historia de amor o venganza, es la suma de otras tantas historias que se agrupan alrededor de estas dos familias que atravesaron los años de la Guerra Civil y del franquismo y que saben que las heridas no cicatrizan si no se les permite que ardan con el alcohol.
Hay en El corazón helado una conjunción de buen oficio narrativo, como en todas las novelas de Almudena Grandes, y de una gran capacidad para tomar de la mano al lector y conducirlo hasta el final sin permitir que éste sienta deseos de soltarla, aun cuando por momentos la lectura le pueda parecer una tarea inagotable por la magnitud de la obra. Quizás esta dimensión extraordinaria, esta sensación de desborde que recorre algunas de sus páginas -en sintonía con su extensión-, y la misma desmesura que por momentos cobra ese amor entre Álvaro y Raquel, no sea más que la metáfora de aquello que, silenciado y acallado en el pasado, puja por cobrar una nueva forma, por ser nombrado, como una instancia necesaria para dotar de sentido al presente y poder coser los finos hilos de una memoria que hasta hace muy poco dormía el sueño de los débiles.

EL CORAZON HELADO
Almudena Grandes
Editorial Tusquets
España, 2008
9° edición